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La altura de los montañas más imponentes del planeta, comparada en esta elegante ilustración de 1832

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La altura de los montañas más imponentes del planeta, comparada en esta elegante ilustración de 1832

A mediados del siglo XIX la humanidad sentiría la imperiosa necesidad de explorar los confines de la Tierra. Lo haría de un modo más profundo y detallado que los navegantes de varios siglos atrás, y lo haría, en gran medida, impulsada por el avance del conocimiento y de la investigación científica. No sólo se trataba de conocer y registrar todo aquello que albergara el planeta, sino también de divulgarlo.

De ahí que la centuria revolucionara alumbrara a un sinfín de exploradores e investigadores, aunados, en ocasiones, en el noble arte de la ilustración. Lo exploramos en su momento a cuenta de este bello gráfico sobre los ríos de la Tierra más extensos: la difusión del conocimiento se entremezclaba con nuevas y excitantes experimentaciones en el campo de lo visual, glosando las publicaciones dedicadas a la ciencia natural.

Como quiera que la Tierra albergaba muchos más elementos que ríos, aquellos gráficos comparativos, elegante fusión de las artes ilustrativas y la divulgación científica, abarcaron otros accidentes naturales. Otros muy queridos tanto por los investigadores como por los ilustradores encargados de trasladarlos al papel fueron las montañas. Su magnificencia y dimensiones podían resultar complejos de imaginar, dado lo ignoto de sus localizaciones y formas para el público general.

¿Cómo explicar, pues, que en los rincones más remotos de Asia hay monstruosidades que superan los 8.000 metros de altura? Colocando otras montañas a su lado y comparando tras escalar las dimensiones. Es lo que muestra este fantástico gráfico elaborado por John Dower en 1832 y recopilado por la colección histórica de David Rumsey. Se puede explorar con más grado de detalle aquí.

Mapa Bueno (David Rumsey Collection)

La imagen fue publicada por una editorial escocesa dentro de un "atlas general" dedicado a describir el conocimiento vigente sobre la geografía mundial. Su particular hallazgo visual reside en la forma cónica de las montañas: allá donde otras ilustraciones similares, como esta de Andriveau-Goujon publicada en 1829, las colocan lado a lado, como una suerte de pendiente infinita, Dower las abría en canal.

Al igual que otras ilustraciones similares, el trabajo de Dower incluye numerosos ríos. Pero lo relevante son sus montañas. ¿Cuáles? Por aquel entonces las grandes cumbres del Himalaya seguían siendo un misterio tanto para los locales como para la comunidad científica. No existían mediciones precisas del Everest o del K2 (tan remoto que apenas había sido bautizado por las comunidades nepalíes), lo que colocaba en la cima de la pirámide al Dhaulagiri (8.167 metros).

Le seguían otros "picos del Himaleh" cuya altura aproximada había sido calculada, pero que aún no tenían nombre ni habían sido explorados en profundidad. El trabajo de Dower es interesante porque cada pirámide representaba un continente. A Asia le seguía América, con el Chimborazo (6.263 metros) a la cabeza. Por allí se colaban también el Antisana (5.704 metros) o el Cotopaxi (5.897 metros).

Europa Los picos de Europa.
Asia Las principales alturas.
Bajas Detalle de las montañas británicas. La cabra tira al monte.

Europa quedaba empequeñecida en consecuencia. Asomaban el Mount Blacn, el Cervino, el Grossglockner y el Jungrau, todos ellos ya explorados y conocidos por los europeos. El relieve de África aún era más inexacto: no se tenía constancia de la existencia del Kilimanjaro (por los exploradores europeos) y se incluían figuras tan modestas (en comparativa global) como el "Pico de Tenerife", el Teide.

La ilustración es un testimonio de lo poco que el conocimiento europeo y norteamericano sabía de su propio planeta a comienzos del siglo XIX. El interior de África era virtualmente un territorio aún por colonizar, y muy pocos exploradores se habían adentrado en él. Todos los mapas similares de la época compartían las mismas virtudes (eran bonitos) y los mismos defectos (harto incompletos).

Hoy funcionan como reliquias, y como una ventana a una sociedad, la del siglo XIX, que encontraba motivos para fascinarse por un mundo romántico e ignoto en tan bellas ilustraciones.


Todos los gobernantes de la historia de Europa, resumidos en este fantástico vídeo-mapa

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Todos los gobernantes de la historia de Europa, resumidos en este fantástico vídeo-mapa

Crisol de estados y naciones, Europa siempre ha estado plagada de pequeños países gobernados, a su vez, por diversas élites y monarcas. El listado es tan largo como extensa es la historia del viejo continente. Desde que la caída del Imperio Romano desvaneciera toda esperanza de unificación política y cultural, por Europa se han diseminado multitud de reinos y, más recientemente, repúblicas. Y de la mano de todos ellos han surgido reyezuelos de toda clase y magnitud.

Naturalmente, tener un acceso directo al listado es una tarea titánico. Excepto si lo hacemos utilizando dos de las técnicas narrativas más en boga durante los últimos años: un mapa y un vídeo. El autor de tan fascinante hallazgo es Cottereau, dueño de un canal dedicado en su abrumadora mayoría a hacer de la historia mundial algo accesible a pequeña escala. El vídeo-mapa, que evoluciona conforme pasan los años, dura 19 minutos. Y todos merecen la pena.

Especialmente por el carácter voluble de la historia del continente. De la mano de los monarcas podemos entrever la existencia de múltiples autonomías políticas a lo largo de los siglos, muy lejos del ideal centralizado y aunado del que disfrutamos los europeos del presente. En tiempos de estados débiles surgieron reyes y gobernantes en territorios de lo más ignotos, y acceder a su historia y evolución es una forma de entender mejor los acontecimientos que modelaron Europa.

De especial diversión es la etapa dedicada a los reyes visigodos en España o los permanentes cambios de la Rusia del siglo XIII, en permanente flujo de invasiones y en génesis del que, siglos más tarde, se convertiría en el estado predominante del este de Europa. Por supuesto, surgen nombres y estados diminutos a cada segundo, por lo que el visionado (Wikipedia mediante) se puede convertir en un auténtico viaje a los remotos rincones de la historia continental.

Y bien, ante semejante crisol de reyes y jefes de estado, ¿cuál es el más duradero? Los registros dicen que Bernardo VII de Lippe, un pequeño estado alemán (uno de tantos) que formaba parte del Sacro Imperio Germánico. Nada menos que 81 años duró en el poder. Le sigue de cerca Guillermo IV, gobernante de Henneberg-Schleusingen (78 años, fueron coetáneos). El listado lo copan pequeños príncipes alemanes de la Edad Moderna, casi siempre de estados diminutos.

Si hablamos de Grandes Gobernantes, el premio va para Luis XIV: el Rey Sol pasó 72 años moldeando el destino de la Francia moderna (empezó con 4 años). Sólo Isabel II le pisa los talones en Europa occidental: lleva 66 años en el trono, tres por encima de Victoria. Si vive seis más sin ceder la corona a su heredero, habrá roto un récord que dura desde 1715.

mapa 1 Augusto partiendo la pana en el año 6 como ningún otro gobernante europeo volvería a partirla.
mapa 2 Caos post-caída del Imperio, Europa se llena de extraños godos y teutones llamados Teodorico.
mapa 3 Carlomagno vuelve a poner orden en el sindiós medieval de la Europa post-romana, pero la fiesta dura poco a su muerte.
mapa 4 En el año 1000 ya se entreve el vector que va a definir Europa durante siglos: el coche entre Francia y Alemania en el corazón del continente. Ottos y Robertos por doquier.
mapa 5 Europa del Este comienza a asomar la cabeza en forma de estados organizados, aunque allende Polonia todo sigue siendo un caos.
mapa 7 Atrás quedaba la Paz de Westfalia, y con ella la ordenación del poder en Europa en estados casi definitivos, como España, Francia o Reino Unido. El Sacro Imperio era otro cantar.
mapa 6 Nótese la extraordinaria resistencia y longevidad del Imperio Otomano.
mapa 9 Tras siglos de enormes titubeos y taifismo, Europa se organizó en torno a un puñado de grandes estados/imperios a la altura del siglo XIX. Duraría poco, pero ya tendríamos a tipos como Grévy, representantes electos y no monarcas.
mapa hoy A finales de 2017, la cosa funcionaba así.

Toda la superficie terrestre del Sistema Solar, comparada con la de la Tierra en un mapa

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Toda la superficie terrestre del Sistema Solar, comparada con la de la Tierra en un mapa

Nuestro planeta es uno de los más pequeños del Sistema Solar, pero el único habitable. De sus 510 millones de kilómetros cuadrados tan sólo 148 se componen de tierra firme, el terreno donde el ser humano ha desarrollado toda su historia como especie y que requeriría de casi toda la vida de uno solo de nosotros recorrer en su totalidad. Cada rincón. Son cifras que impresionan. Pero que palidecen si la comparamos con la superficie terrestre del resto de planetas.

Es lo que ha hecho Randall Munroe, quizá el mejor ilustrador de nuestro tiempo y autor del venerado cómic XKDC. Si su última magna obra fue una visualización de la temperatura de la Tierra desde la última glaciación hasta nuestros días, capaz de comparar con éxito el grado de calentamiento reciente al que estamos sometiendo al globo, la siguiente coloca pieza a pieza toda la tierra del Sistema Solar alrededor de un mapa mundi de nuestro planeta. Y es maravilloso.

El resultado ilustra, por un lado, la relativa insignificancia de la Tierra. Es cierto que en términos de masa es muy inferior a los gigantes del Sistema Solar, pero también que la mayor parte de ellos son gaseosos. Si pensamos en superficie terrestre, sólo Venus es ostensiblemente más grande. El segundo planeta del sistema es un infierno irrespirable, pero cuenta con tanta tierra como nuestro globo si quedara desecado. A su alrededor se ubican otros cuerpos celestes más pequeños.

Algunos son grandes, pero no tanto como podría intuir su título planetario. Mercurio, por ejemplo, cuenta con la misma superficie terrestre que el continente euroasiático (aproximadamente). Marte formaría el continente más gigantesco de la Tierra, pero la suma de África y América se le asemejaría (hace no tantos millones de años formaron un sólo continente). Sorprende lo respetable de la Luna, en especial si la comparamos con los satélites de Júpiter.

Ganímedes, Europa, Titán y un largo etcétera de lunas asociadas a los gigantes gaseosos representarían continentes de tamaño enorme sobre la superficie de la Tierra. Un detalle revelador es el de Plutón: diminuto, más que muchos satélites y que algunos continentes terrestres. En total, asombra observar la totalidad del suelo caminable de todo el Sistema Solar en un sólo mapa, aunque el mapa logra otro hito: ilustrar escaso de la tierra firme en nuestro universo cercano.

espacio (Randall Munroe/xkcd)

4.000 años de historia de la humanidad, resumidos en dos gráficos de hace un siglo

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4.000 años de historia de la humanidad, resumidos en dos gráficos de hace un siglo

Vivimos frondosos tiempos para la información visual y la representación gráfica de historias, datos o hechos narrables. De vez en cuando, sin embargo, merece la pena echar la vista atrás y comprobar de qué modo, con qué precarias herramientas pero adelantadas ideas, tratamos de representar el mundo, la historia, la naturaleza. Nosotros nos hemos topado con estos dos singulares gráficos que tratan de explicar las relaciones de poder entre los distintos grupos humanos durante los más de 4.000 años de historia de la humanidad. Un trabajo titánico, una ilustración asombrosa y un resultado hijo de su tiempo.

El autor de ambos responde al nombre de John B. Sparks (nope, no el de Dr. Feelgod), un ilustrador que trató de explicar toda-la-historia-del-ser-humano en tres gráficos distintos y de notables proporciones (metro y medio de dibujo, nada menos). Dos de ellos se encuentran íntegrosen la red, y además de representar un fabuloso ejercicio de ilustración gráfica a principios del siglo XX (no tan bello como este otro del que ya hablamos en su día, no obstante), sirve para aproximarnos levemente al estadio mental de los hombres y mujeres de los años '30, de su visión del mundo, y a una bellísima forma de representación visual (al margen de su escaso valor informativo o divulgativo).

El mecanismo de ambos es sencillo. El eje X representa el paso de los años (desde el año 2000 A.C. en el primer caso; desde 10.000 millones de años atrás, en el caso del segundo), y el Y, el grado de predominio de una tribu, etnia, cultura o, si nos vamos a la historia natural y racial de la humanidad, de una especie natural dada. Comencemos por el primero, algo más simple por enfoque. En él, Sparks repasa la prevalencia de cada cultura a lo largo del tiempo. Unas se ensanchan en un momento dado, como el Imperio Romano en su máximo esplendor, y otras se encogen. Cuando una crece, otra decrece.

Mapa 1 ¿Europa? A quién le importa. Hace 4.000 años lo petaban los egipcios, los asirios y los iranios. Y se pegaron así durante siglos, mucho más que cualquier imperio occidental conocido milenios después.
Mapa 2 De Egipto a los griegos, la primera gran civilización europea, y a los persas, uno de los imperios de Oriente Medio más duraderos de la historia.

Por supuesto, el histomapa de Sparks es arbitrario y tiene un relativo fundamento histórico. Por un lado, la historia no es estrictamente un juego de suma cero donde lo que uno gana en poder lo pierde el rival. Segundo porque esa definición de poderjamás queda concretada en su gráfico. Tercero, porque la representación cultural de tal poder tiene un claro poso eurocentrista, especialmente conforme avanzan los siglos. Pese a que China y la India sostuvieron la mitad del PIB internacional durante siglos, su papel en el histomapa es marginal o lateral. En cambio, el de Grecia, una potencia cultural seminal pero no militar ni unificada, es gigantesco en su máximo apogeo.

Romanos Aquí fue cuando los romanos lo petaron.
Otros Tipos Aquí fue cuando los romanos dejaron de petarlo, y en su lugar empezaron a petarlo los hunos, los árabes y los frankos y tribus germánicas.
Ultimo Y aquí, a la izquierda, es cuando comienza el reinado de las potencias europeas. De China seguimos sabiendo poco, aunque las tribus mongólicas y túrquicas ganan bastante protagonismo. En el caso europeo, el gráfico torna en desastroso: premia a las naciones germánicas y anglosajonas (Inglaterra antes de la Revolución Industrial, Suecia o los países de la reforma protestante, en general) y minimiza a las latinas (España, Portugal o Francia).

Aquí se puede ver al completo

Más difícil todavía: la historia natural en histomapa

La anterior ilustración fue impreso en 1931 por Rand McNally. Un año después, Sparks. Un año después, el grafista emprendería el más difícil todavía: una representación cronológica a lo largo de más de 10.000 millones de años de historia natural. Ni que decir tiene que si el anterior estaba plagado de decisiones dudosas, este cuenta con aún más representaciones de poder-influencia discutibles. Hay que entender su contexto, en todo caso: en pleno apogeo del colonialismo, la supremacía de unas etnias sobre otras, a modo de competición darwinista, era un planteamiento histórico aceptado colectivamente.

Se puede ver completo aquí. Nosotros hemos seleccionado algunas partes del largo histomapa. Visualmente es muy bonito (y ahí radica su interés, claro, mucho antes que como documento divulgativo consistente).

mapa 1 Entre hace 600 y 200 millones de años. Nada parecido a un humano, aún.
mapa 2 Entre los 100 y los 10 millones de años. A tope con el Mesozoico y el Cenozoico. Surgen las plantas y los insectos, además de los primeros mamíferos.
Mapa 3 Aparece el ser humano.
mapa 4 Con sus distintas razas.
Mapa 5 Y con la muy arbitraria pero muy bonita distribución visual.
Mapa 6 Llegando al "final de su tiempo", donde los estadounidenses, británicos, alemanes y franceses ocupan casi la totalidad del mapa, con añadidos a izquierda y derecha de japoneses, rusos, chinos y un diminuto sector dedicado al hombre-no blanco. El mapa, como es evidente, entiende la evolución de la historia natural desde un punto no ya antropocentrista, sino germano-anglosajón-centrista.

Una versión previa de este artículo se publicó en mayo de 2016. 

Los mapas celestiales de los muggletonians, la secta que imaginó el universo según la Biblia

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Los mapas celestiales de los muggletonians, la secta que imaginó el universo según la Biblia

La humanidad lleva siglos tratando de descifrar qué hay más allá del planeta Tierra. A menudo, tal ejercicio de imaginación ha estado desvinculado de la realidad científica que, gracias a los avances técnicos y a la exploración espacial, disfrutamos hoy. De ahí que todas las religiones inventaran diversas cosmovisiones que interpretaran en modos filosóficos y místicos la forma física del espacio exterior, el designio de Dios no sólo para con nuestro planeta, sino para con el todo.

Los muggeltonians fueron una de las muchas sectas cristianas que, en el camino hacia la pureza bíblica, crearon un universo a la imagen y semejanza de Él. Pero hicieron algo más antes de perderse por el sumidero de la historia a mediados del siglo XIX: ilustrar sus dementes y maravillosas ideas sobre la forma del universo en unos preciosos mapas explicativos. Con ellos, sus seguidores trataban de dar una explicación convincente a la existencia de un mundo exterior celestial.

Surgidos a mediados del siglo XVII en Inglaterra, una época en la que cada nueva secta cristiana calvinista superaba a la anterior en grado de radicalismo y pureza, los muggletonians adoptaron diversas características comunes a los quákeros (aún existentes hoy) o a los ranters. Entre sus muchos preceptos, incluían una asunción física del Paraíso (diez kilómetros por encima de la Tierra) y del propio Dios (alrededor de 1,80 metros), quien a su vez fue Jesús (negaban la Trinidad).

En fin, más allá de las cuestiones escolásticas, los muggletonians se caracterizaban por presumir del acceso al conocimiento a través de Dios, y en especial a través de algunas de las escrituras del Nuevo Testamento (en concreto, el Libro de la Revelación). A consecuencia de su fe militante en el contacto con Dios (por la vía de la exploración espiritual interna), los muggletonians tenían claro cómo era el mundo a nivel físico y místico. Y por tanto negaban que el conocimiento de nuestra realidad espiritual o material pudiera alcanzarse a través de la ciencia.

Por aquel entonces figuras como Isaac Newton comenzaban a entender las mecánicas físicas que impulsaban al universo, y las teorías de Copérnico estaban relativamente bien asentadas. Para los muggletonians todos ellos eran charlatanes despreciables incapaces de comprender que la Tierra no rotaba en torno a nada, por más que la evidencia científica lo sugiriera, sino que se situaba en el centro del Sistema Solar. Siglos más tarde, un muggletonian se dispuso a demostrarlo.

Mapa 2 Representación del universo según Newton por parte de Frost. Obviamente para derrumbarla más tarde. (David Rumsey Collection)
Mapa 3 El día y la noche, en realidad, funcionaban así, y no como Newton había anunciado. (David Rumsey Collection)
Mapa 4 Representación del sistema de universos. (David Rumsey Collection)

En Two Systems of Astronomy, Isaac Frost se dispuso a negar las teorías de su detestado Newton con una serie de ilustraciones de exquisito gusto, si bien de cero lógica científica. El libro fue publicado en 1846 y representa las absurdas teorías astronómicas de los muggletonians con un grado de detalle poco menos que admirable. El sistema de múltiples universos y de nuestro sistema solar cercano con la Tierra en el medio jamás fueron dibujados con tanto talento y cariño.

Para desgracia de la secta, Frost era uno de los pocos muggletonians que aún seguían tan alocadas creencias a mediados del siglo XIX. Al contrario que otras sectas evangélicas que sí prosperaron y perduraron, por más extravagantes que resultaran sus prácticas y creencias, los muggletonians quedarían reducidos al basurero de la historia ya en el siglo XX. Se cree que uno de sus últimos seguidores fue un británico que, antes de perecer, en 1979, legó su archivo a la British Library.

Es ahí donde podemos encontrar las obras de Frost. Como reza uno de sus seis principios fundamentales, "el único diablo es la Razón del hombre". Furibundamente antiracionalistas, a los muggletonians les podemos aceptar, sin embargo, su envidiable gusto estético.

Mapa 5 Otra ilustración del modelo Newton. (David Rumsey Collection)
Mapa 6 Los muggletonians tenían muy claro cómo funcionaban las estaciones y los días con la Tierra como centro del universo. (David Rumsey Collection)
Mapa 7 Meridianamente claro. (David Rumsey Collection)

Imagen: David Rumsey Collection 

Una versión previa de este artículo apareció publicada en mayo de 2017.

Los países más felices del mundo, en un mapa

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Los países más felices del mundo, en un mapa

¿Qué hace feliz a un país? Es una pregunta que numerosos estudios y organismos han tratado de responder durante las últimas décadas. Los parámetros empleados para elegir las clasificaciones son variados, y quedan lejos de la perfección. El más celebrado, el World Happiness Report, parte del PIB y computa otros parámetros (desde acceso a la salud y a la educación hasta elementos más abstractos, como la autorealización personal) para listar aquellos estados donde las personas son más felices.

Y más infelices.

Como vimos en su día, la metodología no está exenta de problemas, así como su recepción e interpretación pública. La naturaleza de la pregunta (¿qué es la felicidad?) provoca que los caminos para llegar a ella siempre sean objeto de disputa. ¿Es el bienestar material, poseer dinero, una buena infraestructura pública, una red estatal que cubra las necesidades de sus ciudadanos? . ¿O es la forma de vida, la alimentación, el ocio, la socialización, el clima? Según otros, también.

En todo caso, estos últimos ponderables son difíciles de calcular, y dependen mucho del grado de preferencia cultural (dónde ha nacido, en qué ambientes se ha movido, a qué está acostumbrado) de cada uno. De ahí que el World Happiness Report perviva como una buena herramienta, si bien imperfecta, para entender qué regiones del mundo ofrecen mayor bienestar objetivo a sus habitantes. Y de ahí que Visual Capitalist lo haya empleado para dibujar el Mapa Global de la Felicidad.

Se trata de un repaso exhaustivo que va más allá del abanico de sospechosos habituales (los países del centro y del norte de Europa) y que identifica los focos felices en cada continente, además de los más infelices (que suelen correlacionar con los puntos más pobres y desiguales de cada región). Finlandia está por encima de todos (pese a sus pecularidades); Canadá triunfa en América del Norte; Chile en América del Sur (aunque el 26º global); Israel en Oriente Medio; Taiwan en Asia; Australia en Oceanía; y Mauricio (57º global) en África.

Por media continental, Europa es el más satisfecho con su estatus (6,3 de media, sólo Ucrania y Albania están por debajo del 5); América del Norte el segundo (6,2, pero con el país menos feliz, Haití); América del Sur el tercero (6,3, Venezuela el que más ha caído); Asia (5,4); y Oriente Medio (5,3, pero con Siria, Afganistán y Yemen por debajo del 3,5). ¿Oceanía? 7,3, pero sólo computan dos países, y muy desarrollados (Nueva Zelanda y Australia).

Paises Mas Felices Del Mundo
Europa
America Del Norte
America Del Sur
Asia
Asia Y Oceania
Africa

Las grandiosas rutas comerciales de la Edad Media, ilustradas en este detalladísimo mapa

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Las grandiosas rutas comerciales de la Edad Media, ilustradas en este detalladísimo mapa

El cliché es poco benevolente con la Edad Media: la memoria popular dicta que la humanidad, durante sus largos siglos, se sumergió en un periodo de oscurantismo, desconocimiento y atraso. Nada más lejos de la realidad. Hoy sabemos que el medievo disfrutó de numerosos avances técnicos y científicos, que las artes se contaron entre las más refinadas de siempre y que las condiciones de vida eran menos terroríficas de lo que las revisitaciones posteriores han tendido a ilustrar.

El contrarrelato es especialmente cierto si abrimos el foco de nuestro análisis y pensamos en la historia de la humanidad, en su conjunto, y no sólo en la europea. Si bien es cierto que los siglos posteriores a la caída del Imperio Romano representaron un impás económico y social a diversos niveles, durante tan prolongado periodo de tiempo otras civilizaciones alcanzaron cotas de progreso y desarrollo muy singulares (aunque a menudo olvidadas por el público y por la academia).

Prueba de ello son las múltiples y muy amplias rutas comerciales que se extendieron entre Europa y Asia durante la Edad Media. El intercambio cultural, a través de rutas casi legendarias como la de la seda, fue constante (si bien lento, dadas las limitadas infraestructuras de la época) y sirvió a ambos extremos del continente euroasiático. Al otro extremo de Europa florecían los imperios turcomanos y musulmanes, India prolongaba su otra Edad Dorada y China asentaba su preeminencia cultural.

De ahí que los navegantes y comerciantes europeos elucubraran mil y un modos de llegar a las islas del Índico o a los ricos humedales bañados por el Océano Pacífico. En el camino se topaban con riquezas jamás vistas en su continente, maravillas naturales y productos de lujo con los que enriquecerse a su vuelta a Europa. Oriente Medio, en pleno surgimiento de los califatos omeyas y abasíes, ejerció de nodo natural entre los tres océanos; y el norte de África se mantuvo en permanente contacto con la cuenca mediterránea europea.

Tamaño vivero comercial ha sido plasmado ahora por Martin Jan Månsson en un fantástico mapa. Empleando diversas fuentes históricas y coloreando sutilmente los accidentes geográficos que tanto marcaban la geopolítica del pasado (como las montañas o los desiertos), el mapa de Månsson explora y disecciona las distintas rutas empleadas por los comerciantes africanos, europeos y asiáticos, y dibuja el lienzo económico global de la Alta Edad Media.

El mapa se ubica en los siglos XI y XII, entre el fin de las rutas comerciales (y, ejem, de pillaje) establecidas por los vikingos a ambos lado del Atlántico y el aún lejano surgimiento (en Europa) de la Liga Hanseática, los exploradores marítimos portugueses y las constelaciones de ciudades feriantes de Flandes, Italia y Castilla. En plena transición y en un tiempo de progresivo desarrollo técnico y económico en Europa, las rutas comerciales cobraron una relevancia inusitada, favoreciendo el surgimiento de pequeñas potencias financieras y de ciudades feriales de gran proyección.

Grande

Se puede explorar en altísimo detalle aquí.

Aquel ecosistema que estallaría en un jardín comercial algunos siglos posteriores precedería, también, a la etapa de los exploradores, cuando las rutas comerciales entre Oriente y Occidente por tierra alcanzaban su particular apogeo. Es bien conocida la relación entre China y la cultura musulmana y sus múltiples redes de intercambio, así como los pioneros viajeros desde el viejo continente hasta la milenaria civilización oriental (el más célebre, obviamente, Marco Polo).

De forma crucial, Månsson ha situado al mapa antes del surgimiento del Imperio Mongol y de su virtual destrucción del ecosistema político desde Pekín hasta prácticamente Viena. Un tiempo previo a la inestabilidad y a la inseguridad natural a la expansión imperial de un ejército apabullante, capaz de construir de la noche a la mañana el dominio territorial más grande que haya visto el ser humano.

También se incluyen las incipientes redes comerciales trans-saharianas (preludios del apogeo de los primeros imperios africanos, como el maliense), las notables conexiones internas indias, las rutas habituales europeas, la constelación de puertos en las islas del Índico y del Mar de la China Meridional y el inusual (especialmente si lo comparamos con su estado actual) protagonismo económico de las tierras entre Oriente Medio y Asia Oriental (el patio trasero de los imperios persas).

Una delicia para todo amante de los mapas. Como nos indica el propio Månsson, el mapa se irá actualizando para hacerlo más y más detallado. Espera publicar una nueva versión en septiembre, y es posible solicitarle una versión en alta resolución por correo.

Rutas 1
Rutas 2
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Una versión anterior de este artículo fue publicada en junio de 2018.

El misterioso mapa de Vinland, la primera cartografía de América hecha por los vikingos

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El misterioso mapa de Vinland, la primera cartografía de América hecha por los vikingos

Es ampliamente conocido que Cristóbal Colón no fue el primer hombre occidental en pisar territorio americano. Quinientos años antes de que su expedición hollara con éxito La Española, un grupo de exploradores nórdicos, impulsados por sus triunfos en Islandia y Groenlandia, alcanzaría las costas orientales de lo que hoy es Canadá y parte de Estados Unidos. Allí, en las islas de Labrador y Terranova, fundarían la primera colonia de un territorio al que juzgaban inédito.

Vinland.

O la tierra de vino, bautizada así por lo frondoso de sus viñedos en contraposición al yermo territorio escandinavo. Durante un breve periodo de tiempo, aquellos vikingos colonizarían y habitarían un minúsculo rincón del Nuevo Mundo, antes de que las calamidades climáticas y el aislamiento provocaran su defunción. Durante décadas, la comunidad científica teorizaría sobre los viajes nórdicos hacia América del Norte, sin encontrar jamás pruebas concluyentes.

No sería hasta 1960 cuando un grupo de arqueólogos descubriría los restos de la, hasta la fecha, única colonia vikinga hallada en territorio americano: L'Anse aux Meadows. Aquel conjunto de hogares, escamoteados frente a la virulenta costa atlántica, serviría de prueba definitiva para las teorías largamente asentadas dentro de los círculos académicos, y despojaría a Colón, una figura ya en disputa entre la sociedad americana, de su pionero título. Los vikingos lo habían hecho antes.

Ahora bien, antes de L'Anse aux Meadows tan sólo se trataba de una hipótesis, acaso más robusta que el sinfín de mitos y leyendas que pueblan la historia de las exploraciones pre-colombinas, pero de una idea al fin y al cabo. De ahí que a finales de los años cincuenta un misterioso mapa cautivara a un reducido grupo de arqueólogos, coleccionistas e investigadores, hasta el punto de convertirse en un documento histórico de primera magnitud.

El mapa de Vinland.

Unos orígenes inquietantes

Pocas cartografías en la historia de la humanidad ha tenido un carácter tan controvertido como la de Vinland. La comunidad académica ha dedicado infinitos debates, libros, investigaciones, simposios, charlas y experimentos científicos al pergamino, en aras de identificar cualquier pista que permita dirimir su autenticidad. Aún hoy, siete décadas después de su descubrimiento público, el mapa de Vinland está acompañado de una virulenta controversia.

¿Por qué? En gran medida por sus inciertos orígenes. Los primeros registros del mapa datan de finales de la década de los cincuenta, cuando un coleccionista y marchante británico, Iriving Davis, se lo ofrece al departamento de arqueología del Museo Británico. Davis había accedido al documento a través de un misterioso comerciante de antigüedades italiano, Enzo Ferrajoli de Ry, quien protegería con celo los orígenes de su adquisición. En 1957, George Painter y Raleigh Ashlin Skelton, dos eminencias, analizan el mapa con celo.

Vinland Map

Años después, tanto Skelton como Painter confesarían su admiración por el documento, y un profundo convencimiento por su autenticidad. Sin embargo, optaron por no adquirirlo. Skelton era consciente de las consecuencias incendiarias que semejante revelación tendría entre la comunidad científica. ¿Un mapa del siglo XV, previo a Colón, que describe con alta precisión la isla de Groenlandia y los territorios de Terranova y Labrador? Se trataba, en 1957, antes de L'Anse aux Meadows, de un mapa revolucionario. Pero arriesgado.

Motivos para la sospecha no faltaban. Por un lado, era incierto hasta qué punto Ferrajoli había accedido al documento de forma legal. Por otro, ¿cómo podía semejante revelación haber pasado desapercibida durante más de quinientos años? El mapa parecía haber surgido de la nada. No existían referencias académicas, no aparecía mencionado por ninguno de los cartógrafos de la época, no era trazable a ningún otro documento histórico. ¿Podía el Museo Británico arriesgar su reputación a un pergamino tan explosivo? No, se respondieron ambos.

El mapa regresó a las manos de Davis, quien a su vez lo entregó de vuelta a Ferrajoli. El italiano sólo tardaría unos pocos meses en venderlo, como explica Simon Garfield en On the Map. Sería Laurence C. Witten II, un experimentado coleccionista estadounidense, su adquisidor. Witten llegaría a él tras hallarlo en la tienda de un marchante suizo, Nicholas Rauch, al que Ferrajoli ofrecería el mapa. Desde un primer momento, el coleccionista americano quedaría fascinado, y decidió adquirirlo por $3.500, una suma considerable.

¿Qué impulsó su compra? Witten presumía de instinto, y no consideraba que el documento fuera una falsificación. Había demasiados elementos genuinos en él como para que alguien los hubiera clavado a la perfección. Se requería de un tipo de pergamino muy especial, de una clase de tinta manufacturada con materiales medievales, y de un conocimiento muy preciso de las cartografías del siglo XV y de las caligrafías de la época. Pocas personas podían atesorar tantos conocimientos al mismo tiempo.

Además, ¿por qué nadie se molestaría en hacerlo? El dinero no era una respuesta, dado que nadie en el negociado conocía de su existencia. El mapa debía ser auténtico. Con todo lo que ello implicaba. Pese a todo, Witten no era un experto, y un elemento por encima de todos despertaba sus sospechas: pequeños agujeros de gusano en el lateral del documento, no coincidentes, además, con el volumen medieval del que venía acompañado, La Relación Tartar.

Se trataba de una réplica manuscrita de Ystoria Mongolarum, una serie de crónicas recopiladas por Giovanni da Pian del Carpine durante sus viajes al Imperio Mongol, durante el siglo XIII. La Relación Tartar, elaborada dos siglos después, también contaba con agujeros de gusano en sus márgenes, pero no coincidían con los del mapa de Vinland. Era algo extraño. Si ambos documentos se habían fabricado en un solo tomo, los agujeros debían coincidir.

Witten encontraría la pieza que completaba el puzzle en una anotación al margen incluida en el dorso de la cartografía: "Delineación de la primera, la segunda y la tercera parte del Speculum". ¿Qué significaba aquello? Lo descubriría a finales de 1958, cuando Tom Marston, buen amigo suyo y experto en documentos medievales en la Universidad de Yale, le llamó contándole el descubrimiento de un manuscrito inédito: dos copias de los tomos 21-24 del Speculum Historiae, una historia global elaborada por Vincent de Beuvais.

Cabe imaginar la excitación que tal noticia generó en Witten. Marston le cedería el Speculum Historiae para su análisis, y el coleccionista comenzaría a atar cabos: todas las réplicas habían sido elaboradas en el siglo XV; el tamaño de los pergaminos era idéntico; y todos contaban con la misma marca de agua. Witten descubrió, además, que los agujeros del Speculum coincidían en sus primeras páginas con los del mapa; y en sus últimas con los de La Relación Tartar.

Japon La silueta de Japón, muy discutida.

Sus reflexiones era inequívocas. La cartografía, el Speculum y la Relación formaban parte de un mismo tomo, y dadas las coincidencias y la certera autenticidad del Speculum, jamás en duda, sólo cabía una conclusión: el mapa de Vinland era un artefacto original.

Marston compartía su opinión, y convencería a la Universidad de Yale para que adquiriera la cartografía por $300.000 (a través de un alumnus de la institución, Paul Mellon). Durante el siguiente lustro, un grupo de académicos, especialistas e investigadores de la institución analizarían todos los recovecos del mapa. Tanto Painter como Skelton dedicarían incontables horas a su estudio. Marston y otros miembros de Yale harían lo propio. El proceso fue lento y minucioso, pero también extremadamente secreto, lo que limitaría las aportaciones de expertos externos.

Y así, tras un larguísimo y revirado camino, el mapa de Vinland se daría a conocer a la opinión pública en octubre de 1965 (un día antes del Día de Cristóbal Colón, para mayor escarnio de la comunidad italo-americana), junto a un exhaustivo análisis de 300 páginas.

Una controversia infinita

La reacción de la comunidad científica internacional fue inmediata. En los meses posteriores a la publicación de los hallazgos se sucedieron las opiniones, unas favorables, otras, muchísimas de ellas, radicalmente opuestas. La conversación derivó rápidamente en un simposio organizado por la Institución Smithsonian para aclarar los aspectos más espectrales y disputados del mapa. La polémica fue tan ardua que sus resultados sólo se publicarían otros cinco años después.

¿Qué problemas tenía el mapa? Por un lado, su descripción del mundo conocido. Witten siempre defendió que la proyección se basaba en la elaborada por el cartógrafo italiano Andrea Bianco durante la década de los años treinta del siglo XV. Sin embargo, el mapa de Vinland difiere en algunos aspectos sustanciales: por un lado, África aparece esbozada a la mitad, cosa que no sucede en el mapa de Bianco; por otro, Japón se muestra con muchísimo más detalle que en otras cartografías contemporáneas; y por último, Groenlandia.

Groenlandia Gronelandia, la cuestión más controvertida del dibujo del mapa.

La cuestión de Groenlandia fue uno de los principales argumentos en contra de su autenticidad. Su dibujo coincide casi a la perfección con la forma de la isla, pese a las aún precarias expediciones elaboradas por los navegantes europeos. Los cartógrafos de la época resolvían lo ignoto de su costa norte adheriéndola a la península escandinava, de la que, de forma habitual, se desgajaba en forma de protuberancia hacia el Atlántico.

En el mapa de Vinland, en contraste, Groenlandia es una isla, claramente separada de cualquier conexión continental con Europa y en similar posición a la que podríamos encontrar en cualquier mapa moderno. Era un hallazgo sospechoso, disonante con los trabajos de Claudius Clavus o de Cantino, más aún cuando la propia Escandinava se mostraba deforme, muy inexacta, plegada en horizontal sobre Europa.

Había más motivos de sospecha. Las inscripciones jugaron un rol fundamental en el argumentario de los escépticos. Por ejemplo, el nombre de Leif Ericson, el legendario navegante nórdico responsable de gran parte de los hallazgos vikingos en el Nuevo Mundo, se citaba en su forma latina ("Erissonius"), práctica poco habitual entre los escribas escandinavos (y más afín a los cartógrafos de tradición latina). El empleo de la ligatura æ, adscrita a una rara y minoritaria corriente de escritura humanística italiana, también elevó dudas.

Witten y el resto de expertos favorables a la veracidad del documento tuvieron problemas convenciendo a los más críticos. ¿Cómo era posible que hubieran pasado por alto cuestiones tan cruciales como las disonancias geográficas o las excepcionales inscripciones? Gran parte de la culpa la tenía el secretismo con el que Yale envolvió el análisis y la posterior publicación del mapa. Muy pocos especialistas fueron consultados durante el proceso, limitando el estudio del manuscrito (y por ende sus resultados).

Africa Sur África y el Sur de Europa.

Sin ir más lejos: diversos expertos en escritura medieval explicaron durante el simposio de 1966 que la caligrafía del mapa no coincidía con la del Speculum o la de la Relación Tartar. Esta anomalía ya había provocado el desinterés del Museo Británico cuando accedió al mapa por primera vez en 1957, según relataría más tarde Kirsten Seaver en el, hasta la fecha, documento que con más ahínco ha desmontado su supuesta trascendencia: Maps, Myths and Men.

Pero, en fin, todas estas discutibles cuestiones palidecerían frente a la madre de todas las controversias: los análisis de la tinta.

Ya tras su publicación, los autores tuvieron que hacer frente a un sinfín de preguntas sobre la composición química de la tinta empelada en la elaboración del mapa. Un análisis preliminar del Museo Británico descubrió de que difería bastante de la tradicional tinta ferrogálica (elaborada a partir de sales de hierro y ácidos vegetales, estándar en el continente durante todo el medievo), y que el dibujo se componía de dos líneas distintas, una negra, muy difuminada, y otra amarillesca.

La polvareda levantada por el mapa de Vinland se prolongó durante años. En 1972 Walter McCrone, una de las primeras eminencias en el estudio de la investigación microscópica, se prestó a un análisis exhaustivo del manuscrito. Lo que descubrió parecía una estocada mortal a la supuesta veracidad del mapa: la tinta contenía significantes porciones de anatasa, una variante del titanio sólo comercializada a partir de 1920. Era imposible que un monje del XV hubiera elaborado su mapa con ella.

La tecnología empleada por McCrone era aún precaria, y la existencia de otras trazas muy comunes a las tintas empleadas por los escribas medievales, como el níquel y el cobre, mantuvo abierta la disputa. Durante la década de los ochenta, Thomas Cahill, otro experto químico de la Universidad de California, utilizó una novedodísima tecnología de Rayo X para descubrir las verdades ocultas bajo la tinta del mapa de Vinland. Y de nuevo, cambio de tercio.

Escandiavnai Los países escandinavos aparecen retratados de forma muy imprecisa.

Según Cahill, McCrone había cometido errores cruciales en el análisis del pergamino, escogiendo pequeñas porciones del mismo donde la abundancia de anatasa tan sólo era superficial. Su trabajo reveló que el dichoso titanio tenía un carácter meramente residual en el conjunto del mapa (el 0,0062% de su peso, para ser más exactos), y que su presencia podía explicarse por contaminaciones ambientales durante su conservación. Es más, al tiempo se descubriría que algunas réplicas medievales de la Biblia de Gutenberg también contenían anastasa.

¿Quién estaba en lo cierto? Es una pregunta aún hoy irresuelta. Los hallazgos de Cahill fueron igualmente desmontados por científicos críticos con el mapa de Vinland, y desde entonces se han publicado no menos de seis análisis químicos sobre la composición de la tinta (cada uno vertiendo sus propias teorías sobre el pergamino y adscribiéndose a una de las dos corrientes). La cartografía queda muy lejos de generar consenso entre la comunidad científica.

Quizá por su polémica naturaleza, la Universidad de Yale ha rehusado emitir una opinión oficial sobre el pergamino, y ha continuado encargando estudios para resolver la cuestión de forma definitiva. Quienes se muestran convencidos de su falsedad han apuntado a una oscura figura de principios del siglo XX, Josef Fischer, cartógrafo austriaco, como el autor del fraude. Sin embargo, expertos en caligrafía como Robert Baier han descartado por completo, tras analizar su correspondencia personal y los textos del mapa, que las inscripciones surgieran de su puño y letra.

Sesenta y dos años después de su primer descubrimiento por el Museo Británico, el mapa de Vinland sigue siendo uno de los misterios más fascinantes y disputados de la historia de la cartografía. Dado el fallecimiento de Enzo Ferrajoli de Ry y de Laurence C. Witten II, las dos personas que podrían haber arrojado luz sobre sus oscuros orígenes, es improbable que alguna vez sepamos de dónde proviene. Y por tanto, si es una falsificación o un mapa auténtico.

En A Sorry Saga: Theft, Forgery, Scholarship... and the Vinland Map, el libro más reciente que aborda la cuestión, John Paul Floyd descarta por completo que Vinland tenga valor histórico alguno. Según el autor, son excesivos los indicios que apuntan hacia el fraude. Uno de los principales apunta a un mapa elaborado por Vincenzio Formaleoni en el siglo XVIII que reproduciría la proyección imaginada por Andrea Bianco con notables errores. El mapa de Vinland incluiría aquellos errores, revelando así su engaño.

¿Es así? Puede que sí. O puede que no. Más allá de su interés histórico, el mapa de Vinland es un testimonio andante de la capacidad para fascinarnos que tienen las cartografías, y de su gigantesco valor narrativo. Probablemente en el misterio resida su auténtico valor.


Este mapa interactivo te permite viajar por el Imperio Romano simulando las condiciones del siglo III

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Este mapa interactivo te permite viajar por el Imperio Romano simulando las condiciones del siglo III

Durante un puñado de siglos, Roma se convirtió en el centro del universo conocido. No había ciudad más magnífica y grandilocuente, fruto de las inmensas riquezas acumuladas durante años de expansión imperial. A la altura del siglo III después de Cristo, los dominios romanos se extendían a lo largo de tres continentes, ocupando ambas orillas del Mediterráneo y llegando hasta puntos por aquel entonces tan remotos como las islas británicas. Millones de personas lo habitaban.

¿Cómo controlar tan vasto territorio durante un periodo en el que la tecnología moderna tan siquiera se imaginaba? Hemos visto en más de una ocasión la riqueza logística desplegada por el Imperio Romano, una red de infraestructuras cuyas huellas perviven aún hoy en nuestras autovías y líneas de ferrocarril. Roma comprendió que necesitaba moverse rápido, o al menos lo más rápido posible, para ejercer su poder. Y desplegó una sofisticada infraestructura en consecuencia.

La red de carreteras y rutas marítimas del imperio se ha convertido en objeto de leyenda y de fetichización pop. Lo vimos en su día a cuenta de este estupendo mapa que visualizaba sus principales líneas y paradas al modo de una red de metro contemporánea. Pero ningún proyecto cartográfico contribuye a entender tan bien lo que significó la infraestructura romana como Orbis, un mapa interactivo que imita las funcionalidades de Google Maps y permite viajar tal y como lo hacía los romanos del año 200.

Para lograrlo fue necesario sumar talentos interdiscinplinares. La maravilla la firman Walter Scheidel, historiador romano en la Universidad de Stanford; Elijah Meeks, responsable tecnológico; Karl Grossner, geógrafo y desarrollador web; y Noemí Álvarez. Juntos acudieron a las fuentes documentales de la época y recopilaron tanta información como les fue posible sobre las ciudades, las rutas de paso y los puertos, marítimos o fluviales, empleados por la civilización romana.

El resultado es abrumador. El mapa condensa 632 puntos, urbanos o rurales (puertos de montaña o postas de vigilancia, entre estos últimos) a lo largo y ancho de diez millones de kilómetros cuadrados. La herramienta nos permite recorrer más de 84.000 kilómetros de vías terrestres, más de 28.000 kilómetros de rutas fluviales, y más de 192.000 autovías marítimas (capaces de conectar unos 300 puertos en Europa, Asia y África). 

Mapa A Lo Grande

Los autores han puesto el acento en las condiciones físicas y meteorológicas variables de tan impresionante, si bien arcaica, red de infraestructuras. Viajar por los confines del imperio requería de tiempo, pero ante todo requería de dinero. Todas las rutas (que pueden ser diseñadas por nosotros mismo) incluyen información sobre sus costes asociados. El dinero era uno de los principales obstáculos, y contribuía decisivamente a un trayecto más breve, más cómodo y más seguro.

De ahí que el modelo de navegabilidad siempre incluya dos velocidades marítimas en función de la época del año y del clima. Factores como el frío, los vientos y las tormentas obligaban a los navegantes a tomar una ruta y otra, cuando no a optar por el cabotaje (una navegación de puerto a puerto, siempre bordeando la costa para evitar adentrarse en alta mar). Además, el mapa ofrece hasta cuatro presupuestos distintos para los viajes a bordo de un barco, prueba de la amplia variedad de ofertas disponibles.

Similares alternativas incluyen las rutas terrestres. El mapa ofrece hasta catorce formas de transporte distintas (burros, caminantes a pie, un ejército a paso ligero, carruaje veloz, relevo de postas, una persona con un caballo, etcétera), nueve posibles velocidades (teniendo en cuenta factores climatológicos y físicos: cruzar un puerto de montaña en pleno invierno de la Edad Antigüa no era tarea fácil) y hasta cuatro presupuestos distintos. Un sinfín de opciones para un mundo en absoluto homogéneo.

Lo que el mapa consigue no es sólo un ejercicio de teletransporte a la Antigüedad, sino una maravillosa herramienta para comprender de forma intuitiva los modos, los usos y las costumbres mercantiles o de gobierno en el Imperio Romano. O cómo con medios aún primitivos (en comparación a los actuales) los gobernantes de Roma pudieron controlar (hasta cierto punto, claro) lo que sucedía a miles de kilómetros de allí. Es una experiencia de aprendizaje, una "batalla contra la distancia" y un vergel para el viajero inquieto.

Roma A Londres De Roma a Londres.
Luguvalium De Alejandría a Luguvalium, una de las rutas más largas y costosas que ofrece el mapa.
Tarraco Pax Iulia De Tarraco a Pax Iulia, dentro de Iberia, empelando la ruta terrestre más barata en primavera. El mapa ofrece un burro, 27 dinares de presupuesto y 34 días de viaje.
Jerusalen Un mapa isócrono tomando como referencia Jerusalén. Ilustra la variedad de tiempos para llegar a un punto u otro. En rojo oscuro, aquellos lugares en los que el viajero debía invertir más de 28 días. Los tiempos variaban por estación y modo de transporte. Londres en julio quedaba a 54 días.
Cartograma Buena No era lo mismo viajar hasta Britannia que hacerlo hasta Alejandría. No sólo por la distancia, sino por la facilidad de las rutas. Este cartograma ajusta por tiempos de viaje antes que por distancias geográficas.
Hasta Zaragoza La herramienta ofrece multitud de variables, incluyendo las estaciones del año y el método de transporte preferido. De Sirmium a Caesaraugusta un civil necesitaba destinar más de 48 días, utilizar dos carruajes terrestres distintos, un barco de larga distancia y otro de corta desde las Islas Baleares hasta la Península Ibérica. Y tendría que pagar entre 18 denarios y más de 1.000 en función de las comodidades que deseara.

El verdadero tamaño de África, explicado en este sensacional mapa

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El verdadero tamaño de África, explicado en este sensacional mapa

Es una historia bien conocida: durante siglos, la mayor parte de cartografías del globo terráqueo se habían basado en versiones más o menos exactas de la proyección de Gerardus Mercator, geógrafo y cosmógrafo flamenco que en 1569 había legado a la humanidad uno de los artefactos visuales más influyentes de todos los tiempos. Aquel mapa, copiado hasta la saciedad, era tremendamente útil para los navegantes post-medievales, dado que permitía establecer rutas predecibles.

Ahora bien, al mismo tiempo pagaba un altísimo precio: la distorsión total de las tierras concentradas en los polos. Como cualquier otro cartógrafo, Mercator se enfrentó al inmemorial reto de encajar un objeto tridimensional en un plano bidimensional. Era imposible que los continentes, de un modo u otro, se vieran modificados y truncados. Las particularidades de su proyección provocaron que que fueran las tierras más próximas al Ecuador las que pagaran el pato.

Y ninguna otra como África, cuya longitud continental se extiende desde las latitudes templadas del Mediterráneo hasta Sudáfrica, aún a miles de kilómetros de la Antártida. El mapa de Mercator sacrificó una representación fidedigna del continente africano para siempre, empequeñeciéndolo en comparación a las vastísimas tierras de Canadá, Rusia o Groenlandia, aquellas que se desplegaban por encima del Círculo Polar Ártico. La isla, en concreto, resultaba igual de grande que el continente. 

Google Maps lo sabía, y por ello basó su cartografía original en la proyección de Mercator. La circunstancia había provocado hasta ayer mismo que cualquier búsqueda sobre su mapamundi digital ilustrara las tremendas distorsiones tan conocidas en los libros. De forma singular, Google anunció el año pasado que Maps, al igual que Earth, pasaría a adoptar una forma esférica similar a la del globo terráqueo (esto es, dejaría de ser una proyección bidimensional), y que por tanto guardaría en el cajón de la Historia la proyección de Mercator. África volvería a ser lo que es: grande.

Muy grande.

¿Pero cómo de grande? Durante decenios la pregunta ha tenido poca relevancia. El intenso colonialismo que las naciones europeas impusieron en África provocó que su proyección política (y por tanto visual) hacia el resto del planeta no fuera importante. Mercator podría haber diseñado su proyección con objetivos meramente comerciales, pero el resto de la humanidad se encargó de pensar a África en términos diminutos. Fue un empequeñecimiento fruto tanto de las necesidades técnicas de la cartografía como de la ideología que se alimentó de ella.

Africa 2 Grande

Una forma de entender la vasta extensión que casi siempre se le ha negado a África es acudiendo a la ilustración de Kai Krause, inspirada en una de sus visitas a la Royal Geographic Society británica. En su mapa, Krause simplemente echa cuentas: África tiene 30 millones de kilómetros cuadrados, la suma combinada de un sinfín de grandes países. Estados Unidos, China, la India, Japón, Europa Occidental y Europa Oriental podrían sumar sus superficies y ser más pequeñas que África.

Para ello, Krause imaginó África como un puzzle en el que debieran encajar el resto de piezas. Y ahí es donde logró ilustrar la vasta superficie, siempre minusvalorada, del continente africano. Estados Unidos ocupaba a duras penas la superficie colonizada antaño por Francia en África Occidental; China se extendería desde la cuenca del Congo hasta la del Zambeze, ocupando también Sudáfrica; la India sería el Cuerno; y Europa se repartiría entre el Magreb y la cuenca del Nilo.

Africa 3 En un cuarto del continente te caben las dos terceras partes de China, Japón al completo, la punta de la India y las islas británicas.
Africa 4 Europa es muy pequeña.

Y con todo eso (miles de años de civilización, lenguas diversas, economías boyantes y grandilocuentes, superficies inabarcables) casi lograríamos completar África. Faltaría repartir a Japón en los huecos restantes y a Reino Unido en Madagascar para tener el lienzo completo. Con todo eso en mente, la ilustración de Krause es tremendamente útil. Dibuja a África como el mastodóntico continente repleto de lenguas, cultura e historia que es, y no como el país unitario y simplificado que a menudo proyectamos desde las esferas mediáticas, eruditas y populares, de Europa o América.

Si tienes más ganas de comparar tamaños, esta aplicación te permite seleccionar cualquier país/región del mundo y trasladarla a África para otorgarle su verdadera dimensión.

Una versión anterior de este artículo fue publicada en agosto de 2018.

El año y el método empleado en las últimas ejecuciones de cada país de Europa, en un mapa

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El año y el método empleado en las últimas ejecuciones de cada país de Europa, en un mapa

La pena capital es hoy una rara avis en los sistemas penales de media humanidad. Pese a que sigue vigente en 86 países, la mayor parte de ellos localizados entre África y Extremo Oriente, sólo 56 la utilizan de forma frecuente para castigar a sus criminales. Al menos una treintena de países la incluyen en sus códigos penales sólo de forma teórica, sin haber ejecutado  un solo reo desde hace más de una década. Descontando a siete estados donde aplica sólo a crímenes excepcionales, el resto del planeta la ha abolido.

Y para bien. En las naciones occidentales, ejecutar a un preso se ha convertido en una cuestión tabú. No hay crimen demasiado escandaloso como para privar del derecho a la vida a una persona. Pese al insistente runrún que acompaña a cualquier violación o asesinato de carácter mediático, lo cierto es que los códigos penales del mundo desarrollado se han ido suavizando con el paso de los años, buscando una reinserción hipotética por encima del castigo físico.

Ahora bien, la distancia mental desde la que miramos a la pena de muerte, propia de tiempos más bárbaros e inciviles, casa mal con lo reciente de su abolición en muchos estados. Para ilustrarlo, Jakub Marian (@JakubMarian), un estupendo geógrafo cuyos trabajos hemos compartido en alguna ocasión, ha creado dos mapas que reflejan la fecha y el método empleado en la última ejecución realizada por cada país de Europa. El primero incluye toda clase de crímenes y criminales, excluyendo a los militares, el segundo los disecciona por tipo de castigo.

Algunas fechas son realmente impactantes. Francia utilizó la guillotina por última vez en 1977, casi tres décadas después de la Segunda Guerra Mundial y dos siglos desde que la Revolución Francesa popularizara la icónica ejecución. Reino Unido colgó a su último reo en 1964, en pleno estado de derecho y democracia universal. Alemania, Italia y Austria, por sus peculiares circunstancias al término de la contienda, registran fechas también recientes: 1949 (guillotina), 1945 (fusilamiento) y 1950 (ahorcamiento).

Europe Last Execution Year (Jakub Marian)

España es otro de los países occidentales que de forma más reciente ejecutó a un preso. El año es 1972, pero es una fecha tramposa, dado que los últimos fusilamientos del franquismo se procesaron a través de la justicia militar (mediante Consejos de Guerra para civiles no adscritos al ejército) y no por el procedimiento ordinario. Las ejecuciones finales de la dictadura datan de septiembre de 1975, ya con Arias Navarro en el gobierno, y acabaron con la vida de varios miembros de ETA-militar y del FRAP.

En total, cinco personas, en los estertores finales del franquismo, entre amplias movilizaciones populares y el rechazo de la comunidad internacional. Un año antes se había ejecutado a Salvador Puig Antich mediante garrote vil, otro vestigio de la España decimonónica que sólo desapareció del sistema penal gracias a la Constitución de 1978, cuando la pena de muerte fue abolida con la excepción de circunstancias excepcionales en tiempo de guerra (cláusula también retirada del texto legal con el paso de los años).

Resulta significativo que Portugal, país vecino y también sumergido en una dictadura reaccionaria durante varias décadas, hubiera ejecutado a su último preso más de un siglo antes, en 1846 (ahorcado), una fecha mucho más remota que las de países más estables y con una democracia más continuada como Países Bajos (1860, ahorcado), Noruega (1876, decapitado) o Suecia (1910, guillotinado). Es el país del continente cuya pena final se remonta más atrás en el tiempo (descontando Islandia, 1830, no continental), y también su abolición legal (en 1911 para todo tipo de crímenes).

Europe Last Execution Method Por tipo de ejecución. (Jakub Marian)

El Este, como casi siempre, es una historia muy distinta. Los últimos ejecutados en Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría o Eslovenia, frontera del Telón de Acero, se registran entre 1987 y 1989. En las Repúblicas Bálticas se ejecuta a presos tan tarde como 1995 (en Lituania), mientras en Ucrania y Rusia los últimos fusilamientos datan de 1997 y 1996 respectivamente. Rumanía es un caso singular: su último fusilado es de 1987, pero sólo excluyendo al último hombre ejecutado públicamente, el dictador Nicolae Ceaușescu en 1989, en plena revuelta popular.

En los Balcanes las fechas también son recientes. 1987 para Croacia, 1992 para Serbia, 1995 para Albania, 1989 para Bulgaria. En Bosnia, legalmente, no se ha ejecutado a ningún reo desde 1977. Pero eso sólo hace referencia a la pena de muerte dentro del sistema legal, no a las ejecuciones sumarísimas o exterminios en tiempo de guerra.

La variedad de formas de ejecución también es interesante. La mayor parte de penas finales se realizaron mediante fusilamientos, muy en especial en Europa del Este. En Centroeuropa, sin embargo, el último método predilecto fue el ahorcamiento, así como en las islas británicas. Mientras que en parte de Europa Occidental, quién sabe si por influjo de las ideas revolucionarias, la decapitación predomina (guillotina mediante en la mayor parte de las ocasiones, con la excepción de Dinamarca y Noruega). En todos los casos, y obviando Bielorrusia, la última dictadura sin tapujos de Europa, la pena de muerte es historia.

Imagen: Jakub Marian

La exploración y conquista española de América del Norte, explicada en este detalladísimo mapa

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La exploración y conquista española de América del Norte, explicada en este detalladísimo mapa

Cuando Cristóbal Colón puso pie en La Española en 1492 sentó las bases, quizá sin saberlo, del Imperio Colonial más grande que la humanidad habría conocido hasta entonces. Durante los siglos subsiguientes, la Monarquía Hispánica exploraría y conquistaría los vastos territorios de América del Sur, estableciendo numerosos gobiernos autónomos, explotando sus innumerables recursos y subyugando a las poblaciones indígenas que allí habitaban. Siglos más tarde, aquellos territorios, comandados por líderes criollos, obtendrían la independencia en sucesivas guerras.

Es una historia bien conocida, y una aún palpable a día de hoy: todos los países sudamericanos excepto Brasil cuentan el español como su lengua principal, y la herencia hispánica es visible en cualquier gran ciudad por debajo del estrecho de Panamá.

¿Pero qué hay de América del Norte? La huella española en los territorios más septentrionales del continente es a un tiempo muy visible y apenas perceptible. La colonización fue especialmente intensa en México uno de los virreinatos más importantes para la Corona por su potencial económico y demográfico. Su halo e influjo se extendió hasta lo que hoy conocemos como el southwest estadounidense, los estados lindantes con los actuales Estados Unidos Mexicanos. ¿Pero significa que la herencia hispana terminó allí?

No. Este mapa elaborado por Nagihuin, editor de Wikipedia, es el mejor ejemplo de ello. Una detalladísima cartografía que cubre cinco siglos de exploración y conquista colonial y que ilustra las infinitas rutas comerciales, expediciones militares y trazados marítimos que el Imperio Español emprendió a lo largo y ancho de América del Norte. Desde el vivero político y civilizatorio de Ciudad de México hasta los rincones remotos de Alaska y el Yukón. Un compendio de actividad colonial que ayuda a comprender por qué América del Norte es como es a día de hoy.

Se puede contemplar a tamaño completo aquí.

España en Norteamérica

Publicado el pasado 2 de agosto, el mapa divide América del Norte en dos colores: por un lado, la América reclamada y controlada por la Monarquía Hispánica bajo la Casa de Austria (en verde), y por otro la América gestionada y gobernada desde los virreinatos borbónicos (en azul). Es una distinción importante. El alcance y el enfoque de los españoles bajo los Habsburgo fue muy distinto, por medios y ambición, al efectuado bajo los Borbones. Hay rincones de América sólo hollados por expediciones pre-borbónicas, y otros sólo reivindicados a partir del cambio de dinastía.

Un ejemplo significativo son los territorios por encima de la Línea Adams-Onís, asentada en 1819 entre el Imperio Español y Estados Unidos. Allende aquella frontera se extendía el Oregón y la costa pacífica de América del Norte. Fueron estos territorios reivindicados, reclamados y explorados en gran medida por marinos y aventureros hispanoamericanos. Gonzalo López de Haro tomaría posesión de puntos tan remotos de la geografía mundial como el Canal de Camacho, Unalga Pass, en las Islas Aleutianas. Entre 1770 y 1791, España reclamaría para sí el Territorio de Nutka, en esencia todo el oeste de lo que hoy es Canadá.

Pero hay una gran diferencia entre clavar una bandera en una porción de suelo y controlar de facto ese territorio. Nutka y la costa pacífica americana serían objeto de constantes disputas entre España, Reino Unido, Rusia y los Estados Unidos de América. No se puede decir lo mismo de las regiones más meridionales al norte del Río Grande. Entre California, Nevada, Arizona y Nuevo México extendió su control efectivo el Imperio Español durante siglos, a través de nodos comerciales y centros de poder como Santa Fe, Albuquerque o San Antonio.

Marcados en azul oscuro en el mapa, esto es, colonizados y desarrollados, son territorios donde la herencia hispánica sigue siendo hoy muy nítida. Desde sus nombres (San Francisco, Las Vegas, Los Ángeles, Colorado, San Diego) hasta sus hitos. Aventureros como García López de Cárdenas llegarían al Gran Cañón tan pronto como en el siglo XVI, y las misiones de distinto carácter se extenderían hasta el norte de la actual California. Bajo los Borbones, numerosas expediciones reconocerían terrenos tan poco accesibles como Utah o el nacimiento del Misouri.

Alaska En Alaska.
Alta California La Alta California española.
Alta Luisiana La Alta Luisiana y las exploraciones de las Grandes Llanuras.

El desarrollo de la América hoy anglosajona sería especialmente intenso en el sur. De Ciudad de México, centro burocrático desde el que se gestionaban los territorios más norteños de la corona, partirían dos vías de comunicación principales en el Nuevo Mundo: el camino hacia Santa Fe, pasando por Albuquerque, en una región conocida entonces y hoy como Nuevo México; y el dirigido hacia San Antonio, en Texas, nominal y efectivamente bajo control español hasta bien entrado el siglo XIX.

A lo largo del Golfo de México se extenderían otros dominios, incluyendo la Luisiana, parte de Alabama y Mississippi, y la Florida. El Imperio Español llegaría a controlar la mayor parte del territorio de América del Norte merced a los tratados de Fontainebleau y París, a través de los cuales Francia cedería la Luisiana a España. Aquella Luisiana se extendía más allá de Nueva Orleans y ocupaba la totalidad de las Grandes Llanuras. Un vasto terreno inexplorado y muy poco desarrollado al que la Monarquía Hispánica accedería a partir de 1762.

El mapa es un potosí de referencias. Desde explotaciones mineras hasta figuras consagradas al imaginario popular (como los Dragones de cuera o los Mesteñeros), pasando por las expediciones realizadas por aventureros en el siglo XVI (y que llevaron al imperio hasta territorios tan distantes como Kansas o Carolina del Norte, gracias a hombres como Vázquez de Coronado y Juan Pardo). Caminos, puertos, fuertes, ciudades, poblados, regiones administrativas y, por supuesto, los pueblos nativos con los que se toparon a su paso. Un grado de detalle vertiginoso.

Se trata de un trabajo ambicioso, que incluso referencia las empresas estadounidenses o mexicanas donde los españoles o sus descendientes tuvieron un rol primordial (como los trabajadores españoles en las plantaciones de azúcar de Hawai, a partir de 1907, las múltiples colonias urbanas hispano-americanas en Estados Unidos, las expediciones balleneras de los marineros vascos en el norte de Canadá o las misiones peleteras de Manuel de Lisa y Benito Vázquez en la boca del Misouri). Una historia completa de España en América del Norte, en un sólo mapa.

Ciudad De Mexico Ciudad de México.
Cuba Y Florida Cuba y la Florida.
Nueva Vizcaya Nueva Vizcaya, Nueva Navarra y la Baja California.

La cartografía además es útil para entender la naturaleza de la presencia española en América del Norte. Fue en ocasiones irregular y tibia, limitada a meras exploraciones del terreno; pero también fue extremadamente intensa en los territorios mexicanos y nuevomexicanos, al sur de Estados Unidos, en Texas y en la costa Pacífica. España contaría con pretensiones y reivindicaciones territoriales en puntos tan lejanos como Alaska hasta el siglo XIX, cuando el acuerdo entre la corona y Washington (el ya mencionado tratado Adams-Onís) fijó la frontera por debajo de Oregón.

El carácter determinante y hoy invisible de la influencia hispana en Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, se puede percibir en la frontera entre ambos países hoy en día: si EEUU controla Oregón es porque pudo reivindicar aquellas tierras frente a Reino Unido, al considerarse heredera de las legítimas aspiraciones españolas cedidas por la monarquía a cambio del control efectivo y reconocido de Texas. Un minúsculo ejemplo de los muchos que se pueden extraer de tan fantástico trabajo.

Texas Y Baja Luisiana Texas y la Luisiana.
Vascos Marineros vascos en Labrador.

Todo el mundo ama a Estrella Galicia: las cifras de su vertiginosa conquista de España

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Todo el mundo ama a Estrella Galicia: las cifras de su vertiginosa conquista de España

He aquí una escena cada día más habitual en España: un cliente abre la puerta de un bar, toma asiento y solicita a su camarero una caña; este, con toda la diligencia del mundo, le sirve una Estrella Galicia. La marca cervecera se ha convertido en la compañera habitual de millones de españoles gracias a una estrategia de crecimiento muy exitosa durante la última década. Antaño circunscrita a las provincias galaicas, hoy es habitual encontrarla en los establecimientos de media península. Sus cifras avalan su triunfo; y una encuesta, su conquista emocional de España.

El mapa. Durante los últimos días se ha viralizado una cartografía sobre las marcas de cerveza más populares del país. Estrella Galicia, al modo de un ejército determinado en su toma de Iberia, ocupa ya media península. Es la marca dominante en toda la cornisa cantábrica, en La Rioja y Castilla y León, en Extremadura, en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares. El resto de las comunidades se las reparten Estrella Damm, Mahou, Estrella Levante, Cruzcampo y Dorada. Elaborado por DataCentric, el mapa contrasta con otro publicado tres años atrás.

En aquel, Estrella Galicia sólo era la "favorita" de los gallegos. San Miguel ocupaba su lugar en el norte, y Mahou en el corazón de la península. ¿Qué ha cambiado?

Mapa Cervezas

Matiz. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la cartografía, por más espectacular que resulte, es engañosa. DataCentric lo ha elaborado en base a una encuesta de 2.000 consumidores que han declarado su amor por una u otra marca de cerveza. Es decir, se trata de un mero ejercicio de identificación personal, no de un estudio en base al volumen de ventas, a los patrones de consumo o a la penetración de mercado. Estrella Galicia es la cerveza "favorita" desde lo cosmético. Un logro en cualquier caso importante: todas las marcas matarían por un éxito así.

Cifras. Si acudimos a los números, Estrella Galicia queda muy lejos de ser el actor dominante del mercado español. Tal honor corresponde a Mahou-San Miguel, con mucha diferencia, tanto en volumen de negocio como en capacidad de producción. Mahou colocó 12.300.000 de hectolitros de cerveza en 2017, frente a los 2.700.000 de Estrella Galicia (tanto Heineken como Damm superan al grupo gallego). La facturación anual de Mahou en 2018 superó los 1.200 millones de euros, frente a los 500 millones de Estrella Galicia. Su propio CEO reconoce que su cuota de mercado oscila entre el 10% y e 12% "en valor", y en torno al 8% "en volumen".

Números encomiables, pero muy lejos del dominio que le atribuye el mapa.

Éxito. Para entender la sensación que ha causado Estrella Galicia durante el último lustro es mejor acudir a su crecimiento a lo largo de la pasada década. La facturación de Hijos de Rivera, la compañía que fabrica la cerveza desde 1906, creció un 9% en 2018. Los años precedentes fueron aún mejores, con crecimientos del 14% (2017), del 12,7% (2016) y de 18% (2015). En 2016, por citar un año, el volumen de negocio de Mahou-San Miguel sólo se incrementó en un 3,7%, cuatro veces menos que Estrella Galicia. En los últimos nueve años Hijos de Rivera ha crecido un 167%, produciendo un 192% más hoy que en 2010.

Otra referencia: si Estrella Galicia factura más de 500 millones de euros al año, La Zaragozana, la otra compañía cervecera que por volumen podría compararse hace una década, factura hoy 190 millones.

Conquista. Semejantes cifras sólo son concebibles desde una estrategia de expansión geográfica. Hace diez años, Estrella Galicia era una de las muchas marcas de cerveza con fuerte arraigo regional (hoy en España aún perviven Ambar y Estrella Levante; otras, como Turia, Moritz o Calatrava, han regresado a menor escala). Estrella Galicia ha entrado en los bares de Extremadura o Baleares mediante una inteligente campaña de imagen (los barriles de bodega, un buen ejemplo) y con mejores precios. Es una táctica común para adentrarse en un mercado. La suma le ha permitido granjearse un nombre fuera de Galicia.

El siguiente paso, el mercado internacional. Hasta entonces, podrá presumir de amor en casi todas las esquinas de España (aunque las cifras le dejen lejos del primer puesto).

Al fin hemos encontrado lo que une a España bajo una misma bandera: Mercadona

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Al fin hemos encontrado lo que une a España bajo una misma bandera: Mercadona

La historia del pensamiento sobre España está repleta de dudas, sospechas y escepticismo. Desde La España invertebrada de Ortega y Gasset hasta Mater Dolorosa de Álvarez Junco, la mera existencia de la nación española ha sido discutida y debatida hasta la extenuación. En parte, se debe a una falta de referentes comunes: ¿qué une a España si no es el modelo de estado, si no es la bandera, si ni siquiera es el idioma? Décadas de búsquedas existenciales han encontrado en el siglo XXI su punto y final. No estamos hablando de la selección de fútbol, sino de lo que verdaderamente hilvana a todos los españoles: Mercadona.

El supermercado. Hace algunos días hablábamos de una encuesta elaborada por DataCentric en el que se interrogaba a los españoles sobre sus marcas predilectas. En materia cervecera, Estrella Galicia parecía haberse ganado el corazón de medio país pese a que su penetración de mercado fuera muy inferior a otras marcas más consumidas. Era cuestión de debate. Todo lo contrario en lo tocante a supermercados: Mercadona domina todas y cada una de las comunidades en cuestión de imagen pública. Es el minorista favorito de España, sin que ninguna otra cadena parezca cuestionar su hegemonía. Un triunfo total.

¿Por qué? En esta ocasión hay correlación entre su popularidad y sus cifras. Otra encuesta elaborada por Kantar hace un año señalaba que el 88% de los españoles había visitado un Mercadona, al menos una vez, durante los ocho meses previos. Era el único supermercado prácticamente transversal. Carrefour, su competidor más próximo, sólo gozaba de favor del 58% de los encuestados. Lo mismo vale para la cuota de mercado: uno de cada cuatro euros invertidos en la cesta de la compra va para Mercadona, el 24,9% del total. Carrefour no supera el 8,4%, Día no pasa del 7,5%, Eroski se queda en el 5,3%. A años luz.

Descontando a Lidl, la cadena que más rápido crece, Mercadona es el único actor minorista que crece. No sólo es el más popular, sino que lo es un poquito más cada temporada.

Cifras. ¿Más pruebas? El año se convirtió en la empresa española con mayor volumen de negocio en el mercado nacional, superando a toda una multinacional de la industria petrolífera como Repsol. Mercadona facturó más de 21.000 millones de euros a lo largo de 2018, un aumento del 6% desde 2016, cuando sus ventas se fijaron en 19.800 millones de euros. Domina de tal modo el sector de la alimentación que el 44% de los productos de marca blanca distribuidos en España se venden en sus supermercados. Hacendado o el Bosque Verde, por citar dos ejemplos recurrentes, se han convertido en las marcas predilectas de los españoles.

Mapa preciso. ¿Hay algún fenómeno comparable? Muy pocos. Repsol queda a dos comunidades de la hegemonía total (Navarra es territorio Avia; la Comunidad de Madrid queda consagrada a Cepsa) y Telefónica, antaño monopolio, encuentra competencia por doquier. Sólo una de las compañías más rentables del planeta, Apple, logra un unánime sentimiento de identificación en todas las provincias de España. El caso de Mercadona es, además, paradigmático: ha logrado la popularidad absoluta entre los españoles sin ser predominante en número de establecimientos en todas las comunidades (sólo en Valencia y Baleares).

Al contrario que el caso de Estrella Galicia, el mapa de Mercadona sí es preciso. Sí refleja la realidad emocional (esos hummus, ese gazpacho no pasteurizado, esa pasta fresca, esas cremas hidratantes) y económica de España. Una bandera a la que aferrarse, de la que hacer causa común.

Las mejores series de cada país del mundo según su puntuación en IMDB, en un mapa

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Las mejores series de cada país del mundo según su puntuación en IMDB, en un mapa

Con más de 80 millones de usuarios registrados y alrededor de 6 millones de títulos indexados, IMDB se ha convertido en la enciclopedia por defecto de la producción audiovisual. La posibilidad de darse de alta, crear listas y puntuar películas o series, le ha permitido posicionarse como una suerte de ránking democrático de los productos más y menos valiosos en materia cinematográfica y televisiva. Obviamente, es un ránking con numerosos defectos, muy disputado y menos considerado que, pongamos, el de RottenTomatoes. Pero es un buen proxy para saber qué opina la comunidad digital sobre tal o cual película, como vimos en su día.

Partiendo de esa base, Rare Review, una publicación estadounidense dedicada a la información generalista, ha elaborado un mapa global de las mejores series producidas por cada país. Se trata de un trabajo interesante por dos motivos: por un lado, difunde numerosas grandes series con poca penetración internacional frente al inevitable dominio anglosajón; por otro, es útil para saber qué productos televisivos han logrado superar la barrera de su nacionalidad o de su idioma para formar parte, por pequeña que sea, de la conversación global.

El ejemplo español es paradigmático: La Casa de Papel se ha convertido de la noche a la mañana en un hito celebrado en cada rincón del planeta, capaz de despojar de todo sentido original a canciones partisanas y de sorprender al propio público español, que la acogió con timidez en su estreno televisivo. Otras como la francesa Les Revenants o la italiana Gomorra se han convertido en pequeños objetos de culto, mientras que Sherlock, británica, tiene una de las mejores notas mundiales en IMDB y ha obtenida la rara distinción crítica de serie de culto y al mismo tiempo popular. 

Hay muchísimos ejemplos, la mayoría desconocidos al gran público. ¿La mejor serie de Tanzania? Siri Ya Mtungi, una exploración de las relaciones sexuales en una comunidad local del país. ¿La de Chile? 31 Minutos, un noticiero presentado por teleñecos. ¿La de Georgia? Tiflisi, un drama histórico sobre la historia del país durante los últimos años del siglo XIX. El listado es infinito, y contiene sorpresas de todo tipo (series afganas, series sirias, series policiacas de Sri Lanka). En fin, mapas fantásticos para explorar qué se cuece en cada país del mundo.

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El mapa del mundo, redibujado en función de la población de cada país

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El mapa del mundo, redibujado en función de la población de cada país

A esta hora del día la población mundial asciende a los 7.729 millones de almas. Y subiendo, claro. Las proyecciones demográficas indican que la especie humana continuará reproduciéndose a un ritmo sostenido durante el próximo siglo, aunque no lo hará con igual de intensidad en cada rincón del mundo. De ahí que entender visualmente cómo se distribuyen los humanos sobre el planeta sea útil para entender mejor el entorno político en el que nos movemos (y moveremos).

Nadie como Max Roser, autor de algunas de las ilustraciones e infografías más útiles y compartidas de los últimos años, para mostrarlo. Su proyecto, Our World in Data, lleva más de una década mostrando cómo las condiciones de vida del ser humano sobre la faz de la Tierra están cambiando (la mayor parte de las ocasiones a mejor). Pero a menudo los datos son brutos y no discriminan por regiones; y cuando lo hacen, pierden de vista la escala demográfica de cada país.

Este maravilloso mapa cambia la perspectiva (se puede ver a máxima resolución aquí).

Pensemos en los ejemplos más evidentes, China y la India. No hay continente en el mundo capaz de superar en población a uno de los dos por separado (descontando Asia), por lo que los acontecimientos macroeconómicos o estructurales que modifiquen las condiciones de vida en ambas naciones (esperanza de vida, caída de la mortalidad infantil, descenso de la pobreza, etc.) serán más relevantes (en términos agregados) que aquellos que hagan lo propio en toda, digamos, Europa.

Los mapas comunes no nos ofrecen ese tipo de información. Por lógica, el ser humano ha ilustrado el entorno en el que se movía en función de su geografía. No siempre ha sido exacto (como prueba la popularidad de la proyección de Mercator), pero siempre ha proyectado una imagen del planeta donde la representación física primaba sobre todas las demás. Rusia aparenta ser grande porque Rusia es grande, y, antaño, recorrer el mundo implicaba enfrentarse a lo desconocido. Los mapas arrojaban luz donde había dragones, y ofrecían a sus consumidores una imagen del mundo.

Mapa1 (Max Roser/Our World in Data)

Hoy en día conocer la forma de los continentes es tan sencillo como abrir Google Maps, y la función de los mapas, o de la labor cartográfica, es más divulgativa e ilustrativa que técnica. No sólo eso, la humanidad ha logrado superar (con sus peros y venganzas) a la geografía. Obviando las potenciales consecuencias del cambio climático, el futuro de la humanidad está menos atado a su entorno físico de lo que solía. Entender el mundo ya no requiere de una descripción fidedigna.

De ahí que ajustar la forma de los países a su población, divididos en pequeñas celdas de 500.000 personas, sea una idea tan útil: relativiza el carácter geográfico de los mapas y le aporta una dimensión crucial, la demográfica, para el futuro por venir. Dos países, como es obvio, resaltan frente a los mapas físicos: la India y China. Son grandes de por sí, pero a nivel poblacional son directamente incomparables. En general, es un patrón común al Extremo Oriente: Indonesia (266 millones), Bangladesh (166), Vietnam (96) o Filipinas (100) son descomunales.

Europa queda muy empequeñecida, sumando algunas de las naciones más diminutas de la Tierra (Mónaco, San Marino, El Vaticano) y un puñado de países que mantienen, más o menos, su posición en el nuevo orden geográfico (España, Francia, Italia o Alemania). Los demás estados son muy pequeños a escala global. Mención especial merece Rusia, que queda totalmente borrada del mapa asiático: es el país más extenso del mundo, pero a nivel demográfico su influencia es decreciente en Europa y marginal (sólo 30 millones de personas) en la inmensa Siberia.

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En África el cambio más significativo lo protagoniza Nigeria, pequeña en extensión pero extraordinariamente habitada (no hay ningún país cercano que se le acerque). El Congo, con 84 millones de habitantes, y Etiopía, con más de 100, son la otras dos grandes potencias demográficas por debajo del Sáhara (e irrelevantes, cuando no reducidas a una eterna guerra civil, en el plano geopolítico). Egipto, con 99 millones (20 de ellos en El Cairo), completa el cuadro.

En América sólo hay un cambio drástico: Canadá, un fenómeno similar al de Rusia, gigantesca pero vacía de población. Las tres grandes potencias demográficas son también tres de los cinco países más extensos de los dos continentes: Estados Unidos (300 millones de habitantes y al alza, el país occidental con mejor salud demográfica); México (130 millones de habitantes); y Brasil (210 millones de habitantes). En contraste, Argentina es la más empequeñecida (44 millones).

Roser ha bautizado a su obra como "el mapa que necesitamos si queremos reflexionar sobre cómo las condiciones de vida globales están cambiando". Pese a la longitud, es un nombre con tino, porque apunta a algo esencial: la geografía es útil, pero no nos revela demasiado sobre hacia dónde camina el mundo (es estable, al fin y al cabo). La demografía ilustra cuál es la verdadera importancia de cada continente y nación.

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Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2018.

La hazaña de Domingo Fontán: un mapa de Galicia del siglo XIX increíblemente exacto

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La hazaña de Domingo Fontán: un mapa de Galicia del siglo XIX increíblemente exacto

Un caballo, un cuaderno y unos cuantos instrumentos cartográficos le bastaron a Domingo Fontán para construir una historia tan épica como desconocida. Este geógrafo entregó más de 20 años de su vida a realizar una obra adelantada a su tiempo: la Carta Geométrica de Galicia; un mapa que retrata el territorio con un rigor que, en muchos lugares, no se consiguió superar hasta que el ser humano pudo enviar satélites al espacio. Y este gallego lo logró en 1834.

Domingo Fontán Rodríguez nació en Porta do Conde, una aldea del municipio de Portas, en Pontevedra, el 17 de abril de 1788, un año antes de la Revolución Francesa que acabaría influyendo de forma decisiva en su formación. Su tío Sebastián, sacerdote en la villa de Noia, había acogido en la parroquia a un grupo de religiosos franceses que habían huído de su país. Y gracias a ellos, años después, Domingo aprendió sus primeras nociones de francés e inglés.

En 1800, siendo un niño de 12 años, Fontán se matricula en Filosofía en la Universidade de Santiago de Compostela. Asiste a clases de numerosas ramas de las Humanidades y las Ciencias Exactas, y pronto da muestras de su capacidad para el estudio. Con apenas 24 años, en 1812, ya es catedrático substituto, y poco después se convertiría en catedrático titular.

Uno de sus profesores, José Rodríguez, era un matemático de referencia internacional, autor de algunos de los trabajos que definieron el sistema métrico decimal. Y también hoy olvidado y desconocido en Galicia y España. En 1808, está documentado que Rodríguez presentó ante la Junta Suprema Central del Reino el proyecto para elaborar un mapa general de España, que al final no vio la luz debido a la Guerra de Independencia, la conflictividad política y los encargos que Rodríguez recibió del extranjero (entre ellos, la oferta del zar Alejandro I para dirigir el observatorio de San Petersburgo, que acabaría rechazando).

¿Cómo se hizo la carta?

"Toda nación civilizada que desea la prosperidad de su país debe tener a la vista un diseño exacto de este", dejó escrito Rodríguez en el proyecto encargado por el gobierno. Su discípulo Fontán grabó a fuego aquellas ideas en su memoria. Y quiso dotar a su tierra, Galicia, del rostro que ayudaría a entenderla (y entenderse) mejor. Un palomar del Pazo de Sobrecarreira fue el campo del pruebas donde empezó todo. En este lugar, situado cerca de la ciudad de A Coruña, el geógrafo comenzó a trazar ángulos con sus aparatos y su plancheta, y a anotar los accidentes geográficos que veía en el horizonte para luego calcular sus distancias.

Mapa2 A la altura de Vigo.

Aquí Rodríguez también jugó un papel clave. El maestro de Domingo había traído de sus viajes por Europa algunos de las herramientas cartográficas más precisas y modernas de aquel momento, así como las obras de los geógrafos de referencia en el continente. Y como Rodríguez, Fontán utilizó también el sistema métrico decimal, algo que en España apenas se hacía en aquel momento. Todo ello se notó al realizar aquellas pruebas; y todo parecía ir sobre ruedas.

Hacía falta, sin embargo, un punto de partida para ubicar aquellas medidas en un determinado punto de la Tierra. Y Fontán escogió un lugar simbólico, que además quedaba a sólo unos pasos de su casa en la rúa do Vilar de Santiago: la Berenguela, la torre del reloj de la Catedral, sería la primera estación desde dónde mediría el resto de la Carta Geométrica de Galicia.

Mapa3 La presentación de la carta. (Manuel Rey)

"Encontré la latitud de la Torre de la Catedral por más de 144 observaciones astronómicas de la Polar, y por otras 200 de Orión y por alturas meridianas del Sol", anotó en sus cuadernos de trabajo. Ya tenía ubicado su punto de partida. Pero faltaba otra pata importante: una recta con una medida exacta, que fuese el primer lado de los múltiples triángulos con los que iba a construir el mapa. Lograr esto en Galicia, un territorio ondulado, escarpado y con pocas llanuras, era complicado. Pero consiguió trazar esta línea al norte de la ciudad de Santiago, entre Boisaca y Formarís.

Además, para facilitar el trabajo, Domingo Fontán decidió dividir Galicia en dos partes, la oriental y la occidental. Comenzó por el oeste, y pocos años después se centró en terminar la parte este, para la que trazó otra recta en O Corgo, cerca de Lugo. Y midió también las zonas fronterizas con Portugal, Castilla y León y Asturias, para facilitar una posible extensión de la Carta al resto de la Península.

Mapa4 A la altura de Ferrol.

Era un trabajo que requería una enorme precisión, correcciones constantes y que, sobre todo, obligaba a recorrer palmo a palmo el terreno para no dejar ningún detalle al azar. En la época en la que vivió Fontán, Galicia era uno de las zonas más pobladas de la península Ibérica. Y además, como aún ocurre hoy, su población es muy dispersa (según el INE, la mitad de los núcleos de población de toda España están en Galicia).

Así, Fontán y sus ayudantes ocasionales se subían a lo alto de las montañas, de los campanarios de las iglesias, anotaban los ríos, los puentes, las posadas, las ferias, las herrerías, los monasterios... Más de 27.000 kilómetros cuadrados que el geógrafo pisó casi metro a metro. Cada estación era un vértice para trazar una nueva rama de triángulos, y era también un nuevo trazo para conocer mejor Galicia. Todo quedó registrado en la Carta.

A bastantes kilómetros de distancia, su hermano Andrés, muy ligado a Domingo durante toda su vida, hacía un trabajo indispensable para el éxito del proyecto. Todos los días, a la misma hora, Andrés y Domingo tenían un cometido. A nivel del mar, en Noia, el primero calculaba la presión y la temperatura; y mientras, el geógrafo hacía los mismos cálculos en la estación donde estuviera situado. De esta manera, se podía calcular la altura de los vértices en los que se encontraba Domingo, lo que hacía el mapa aún más exacto.

Del terreno al papel

Cuando terminó de recorrer Galicia, Fontán tuvo que afrontar la siguiente fase del proyecto: poner sobre el papel los miles de anotaciones que había hecho durante años. En diciembre de 1834, al fin, después de diversos obstáculos y múltiples revisiones, la regente María Cristina vio de primera mano el manuscrito de la Carta, y autorizó los trabajos de grabado.

Mapa5 Un ejemplo de la versión de 1834.
Mapa6

Sin embargo, habría que esperar aún 11 años más para que el rostro de Galicia pudiese empezar a difundirse por el país. Las dificultades económicas y técnicas para realizar el grabado (ya que la carta tenía unas dimensiones considerables) obligaron a Fontán a viajar a París. En estos años, el geógrafo mejoró aún más una obra de ya enorme precisión. Las correcciones y nuevos cálculos que enviaba al taller de París fueron constantes.

Y por fin, en 1845, fue posible sacar una tirada de cientos de ejemplares que viajaron hasta el puerto de A Coruña, para repartirse desde allí por Galicia y España. Hoy, algunas de estas copias del grabado presiden lugares de referencia en Galicia, como el Parlamento, la Real Academia Galega de la lengua, la Facultad de Geografía de Santiago, donde estudió y dio clase Fontán, o la casa-museo del escritor Otero Pedrayo, uno de las figuras de la cultura gallega que más admiró a Fontán, y que utilizaba la Carta como guía de viajes para moverse por Galicia.

A pesar del enorme esfuerzo que supuso componer una obra de esta magnitud, la vida de Domingo Fontán no se limitó a la Carta. Tal y como cuenta su tataranieto César Camargo, que hoy gestiona la Fundación que lleva el nombre del geógrafo, "harían falta varias vidas para vivir lo que él vivió". Al año siguiente de presentarle su mapa, la regente María Cristina lo nombre director del Real Observatorio Astronómico de Madrid.

Fue también político, y entre 1836 e 1843 obtiene el acta de diputado en las Cortes por Pontevedra, Lugo y A Coruña. También fue empresario al heredar una fábrica de papel en Lousame, cerca de Noia, que administró durante años. Y en sus últimos años, el geógrafo también pudo ver cómo el mapa comenzaba a ser una herramienta para el desarrollo de Galicia que tanto anhelaba. La primera línea de ferrocarril, entre Cornes, cerca de Santiago de Compostela, y Carril (Vilagarcía de Arousa) se proyectó en base al consejo de Fontán y a su mapa. Participó en el diseño de la vía y fue uno de sus concesionarios.

Mapa8 A la altura de Pontevedra.

Sin embargo, no la vio terminada. El 24 de octubre de 1866, siete años antes de la inauguración de la primera línea de tren de Galicia, Domingo Fontán fallecía a causa de una cistitis en el balneario de Cuntis, muy cerca de su aldea natal de Porta do Conde.

Desde 1988, los restos del autor de la Carta Geométrica de Galicia descansan en el Panteón de Galegos Ilustres, junto a Rosalía de Castro, Castelao y otras figuras clave de la cultura gallega. Sin embargo, su figura ha pasado desapercibida en amplios sectores de la sociedad. Y en el resto de España es un absoluto desconocido, a pesar de haber trazado el primer mapa científico de la península Ibérica, que tardó mucho, mucho tiempo en ser igualado.

En los últimos años, sin embargo, varias obras han rescatado la importancia de Fontán, como antes ya habían hecho Otero Pedrayo o Castelao. La novela Fontán, de Marcos Calveiro, y el ensayo Otra idea de Galicia, de Miguel Anxo Murado, han dado que hablar de nuevo sobre la magnitud de su figura. Y este año, la Real Academia Galega de Ciencias honrará al cartógrafo el 8 de octubre, con motivo del Día da Ciencia en Galicia, que recordará la vida y la obra del autor del célebre mapa con actos institucionales y actividades de divulgación.

Mapa9 A la altura de Santiago.

Hace un par de años, en la herramienta cartográfica que la Xunta de Galicia utiliza para conocer y administrar el territorio, se rindió homenaje a Fontán. Junto a todas las capas realizadas (el vuelo americano de los años 50, imágenes por satélite, los mapas más precisos que se han hecho gracias a la ortofotografía aérea) estaba superpuesta la Carta Geométrica de Galicia. Sorprende ver la exactitud de sus medidas y de la ubicación de los lugares que marcó Fontán respecto a lo que registraron más de 100 años después unas herramientas que costaron millones de euros. La Carta se desvía apenas unos cientos de metros.

Y en este mismo visor se puede comprobar otro detalle que ennoblece aún más la figura de Fontán. Por encima de todo el rigor científico, el geógrafo quiso marcar para siempre en la Carta el lugar de dónde vino. Si nos acercamos a Porta do Conde, su aldea, podremos leer la única licencia que se concedió después de más de 20 años de trabajo. Allí, entre paréntesis, bajo el nombre del lugar, está escrito "Patria del autor".

Se pueden ver todas las partes del mapa aquí.

Mapa10

Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2018.

¿Qué países del mundo están exportando más plástico? Este mapa ajusta su tamaño a sus ventas

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¿Qué países del mundo están exportando más plástico? Este mapa ajusta su tamaño a sus ventas

La relación del ser humano con el plástico es complicada. Su volumen de consumo ha excedido todo umbral razonable, y su evidente impacto medioambiental, en forma de millones de residuos desperdigados por el océano, lo ha convertido en una prioridad medioambiental. Pero a menudo, cuando hablamos del problema del plástico, lo hacemos en términos un tanto abstractos. El plástico está ahí, parece caer del cielo, parece producirse de forma orgánica a nuestra existencia como civilización. La realidad es que no todos los países tienen la misma responsabilidad ni en el consumo... Ni en la producción de tan discutido material.

Para comprenderlo mejor es útil acudir a este mapa elaborado por How Much, la web dedicada a explorar las magnitudes de la economía mundial a través de sencillos gráficos. Para el caso que nos ocupa, han acudido a los datos del International Trade Centre para determinar qué países están llenando el planeta de plástico. Los resultados son sorprendentes, pero no demasiado: tres de las principales industrias manufactureras del planeta, China, Alemania y Estados Unidos, caminan a la cabeza de la producción internacional. Son las principales responsables.

Entre los tres suman en torno al 45% de las exportaciones mundiales de plástico, incluyendo aquí todos los objetos que de un modo u otro están fabricados con el material. Como cabría esperar viniendo de la auténtica factoría universal, China lidera el grupo con un volumen de mercado superior a los $19.000 millones de euros anuales. Su exportación de plástico representa un cuarto del sector global, un porcentaje que se ha ido reduciendo durante los últimos años. En 2016 dos tercios del plástico exportado a todo el mundo salía de las fábricas chinas.

Lo cierto es que la macroeconomía del plástico es más interesante de lo que aparenta. Más allá de la dependencia que la humanidad se ha generado con sus derivados, nuestro problema rota en torno al reciclaje. Sólo somos capaces de reciclar el 10% de todo el plástico mundial que producimos, y a menudo lo hacemos externalizando el proceso a terceros países. El ejemplo de Europa es paradigmático: se había acostumbrado a derivar su plástico al Sudeste asiático, ante la falta de infraestructuras locales necesarias para reciclarlo. China, harta de lidiar con el plástico propio y ajeno, y Malasia han paralizado durante los últimos años sus importaciones.

El escenario a largo plazo es de autogestión, como bien saben Australia y Canadá. Y pese a que numerosas industrias estén desligándose del plástico (como los supermercados y sus bolsas y las cadenas de comida rápida y las pajitas), lo cierto es que fabricarlo y venderlo sigue siendo un negocio muy rentable que en 2018 reportó ingresos de $10.000 millones a Alemania (segunda en el ránking), $7.000 millones a Estados Unidos, $3.000 millones a Italia y otros $3.000 millones a Francia. La cruda realidad del plástico es su valor, nuestro consumo, y queda reflejada en este mapa.

Plastic Trade Around The World 249d (How Much)

Toda la historia de la península ibérica año a año, resumida en seis minutos de mapa interactivo

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Toda la historia de la península ibérica año a año, resumida en seis minutos de mapa interactivo

Si bien conocer la historia de un país al completo es una tarea compleja, hay herramientas que ayudan a comprender cómo se ha desarrollado a lo largo de los años. Los mapas, y a la sazón los vídeos, son excelentes métodos para profundizar aunque sea superficialmente en cómo ha cambiado un territorio a lo largo del tiempo.

De un tiempo a esta parte, YouTube está repleto de vídeos-mapas que repasan año a año los acontecimientos y los cambios territoriales de un lugar concreto. La idea detrás de los proyectos, que son más o menos rigurosos en función de los autores, es mostrar cómo las posesiones territoriales cambiaban de forma lenta pero inexorable, y cómo hay más miga en la historia de cada país de la que solemos asumir de forma general, en trazos gruesos.

Para el caso de la península ibérica, por ejemplo, este vídeo de seis minutos es especialmente útil: dada la constante ida y venida de imperios y naciones al territorio peninsular, el mapa de la misma varió de forma sustancia a lo largo de los siglos. No sólo en lo superficial, sino también en pequeño reinos y gobiernos autónomos escamoteados del relato general de la historia en los siglos del ayer.

Por ejemplo, cuando observamos el inmenso lío que representó la decadencia del Imperio Romano nos topamos con reinados de toda condición surgidos al albur de Hispania. Fueron los visigodos los más célebres y los que finalmente lograron imponer un control centralizado en Toledo, pero hubo alanos, reductos suevos en la actual Galicia hasta muy tarde y largas posesiones del Imperio Romano de Oriente en la actual Granada.

El mapa, obvio, no cuenta todos los detalles de la historia ni las causas que provocaron aquellos acontecimientos, pero indica que el dominio visigodo que solemos imaginar no era tan poderoso como cabría esperar del relato general de la historia de la península, y que su poder en los territorios más periféricos era lo suficientemente débil como para que otras entidades pervivieran.

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Su caída se ve precipitada por el ascenso irrefrenable de la dinastía Omeya, que en un puñado de años conquista la península. Pero desde el año posterior a su llegada se generan bolsas de resistencia en el norte, en Asturias. En esta caso, es útil observar cómo el Reino de Francia va avanzando por la actual Cataluña y cómo otros reinos pirenaicos van surgiendo a su albur, de forma pausada.

A partir de entonces, la lucha encarnizada entre reinos cristianos y musulmanes permea los mapas y los cambia de forma constante, por lo que el vídeo se vuelve especialmente útil. Tras largos siete siglos, el proceso conocido como "reconquista" finaliza y perviven cuatro reinos que conviven entre sí: Portugal, Castilla, Navarra y Aragón. De forma interesante, el vídeo considera las particularidades de reinos internos a los suprareinos, como Valencia en Aragón o Murcia en Castilla, además de las diversas taifas que compusieron durante décadas los dominios musulmanes.

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El vídeo se vuelve menos jugoso cuando la Casa de Austria logra unificar bajo un mismo sino político a los diversos reinos de la península, y con excepcionalidades frecuentes, como el añadido de Portugal en el siglo XVII, la revuelta catalana del mismo siglo y la consecuente invasión francesa, la Guerra de Sucesión que mantuvo a los territorios aragoneses bajo el dominio Habsburgo durante algunos años y la invasión napoleónica.

De ahí en adelante, el cambio más sutancial es el de la Guerra Civil, pasando por encima del convulso siglo XIX, donde España atravesó hasta ¡tres! guerras civiles carlistas amén de la invasión de los 100.000 hijos de San Luis.

En cualquier caso y pese a este detalle, el vídeo es interesante y una golosina para los apasionados por la historia y los mapas.

Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2017.

Pangea, el gigantesco continente único, redibujado en función de las fronteras del presente

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Pangea, el gigantesco continente único, redibujado en función de las fronteras del presente

Descompuesto hace más de 175 millones de años, Pangea fue el último de los diversos continentes unitarios, totales, que se formaron y rompieron a lo largo de la historia geológica de la Tierra. Y además de ser el más reciente, es el único del que tenemos un conocimiento preciso. Sabemos de su contorno, de sus formas, del puzzle completo en el que encajaron los actuales continentes y subcontinentes del planeta. De ahí que se haya convertido en una singular pieza pop.

Tan exacto y preciso es nuestro conocimiento sobre las formas de Pangea que hoy, tantos millones de años después, somos capaces de reproducir nuestras actuales fronteras políticas sobre su superficie. Es lo que hizo el artista italiano Massimo Pietrobon para Brilliant Maps, el popular repositorio sobre cartografías y mapas de toda condición. En aquel, se repartían los dos centenares de estados constituidos sobre el terreno argamasado de Pangea, un continente sin fisuras.

El resultado es interesante en tanto que nos permite componer a través del presente las diversas piezas del rompecabezas tectónico que es la Tierra. El encaje más evidente corresponde a Sudamérica y África: de reorganizarse Pangea, la totalidad de la costa brasileña se ensamblaría con el Golfo de Guinea y la mayor parte del litoral atlántico africano. La hipótesis da buena medida de la brutal extensión de Brasil, capaz de abarcar un terreno que conduce de Liberia a Namibia.

La costa pacífica de Sudamérica también se vería alterada. Norteamérica caería sobre el Caribe y Centroamérica, a los que desplazaría hacia el sur y constreñiría sobre Venezuela, Colombia y Perú. México se fragmentaría y los diversos países del itsmo americano, desde Panamá hasta El Salvador, se repartirían sobre la costa colombiana, ecuatoriana y peruana, privándoles de acceso al mar. Chile, Bolivia, Paraguay y Argentina, por este lado, quedarían relativamente intactas.

También es interesante lo que sucede con África por el norte. El Sáhara y la costa marroquí, senegalesa o mauritana chocarían de frente con la East Coast estadounidense, fundiendo el océano entre ambas. Por lo demás, Canadá y Estados Unidos mantienen su forma: África y América son los dos continentes que, a juzgar por la cartografía, más reconocibles nos resultarían en una mitológica Pangea unificada (de nuevo). Peor suerte correrían Asia y Europa.

La primera se fragmentaría en varias unidades. Oriente Medio, cruce de culturas y puente de paso entre Oriente y Occidente, se desgajaría en su totalidad y quedaría unificado al Cuerno de África. Más al sur, el subcontinente indio navegaría hasta adherirse a Madagascar y el sur del continente africano: la India, Pakistán, Bangladesh, Nepal y, atención, el Tíbet se alejarían irremediablemente del corazón de Asia. China, Japón, Corea y la Indochina se marcharían al norte del mapa.

Pangea Grande

Entre tanto, Europa, descompuesta. Rusia se acercaría a Canadá por el Ártico, y sostendría a parte de Europa central y oriental, llegando hasta Francia y la Península Ibérica, que se encajonaría en el hueco sobrante entre África y América del Norte. De forma efectiva, chocaría con Terranova. Los Balcanes, por su parte, se romperían en dos, quedando la antigua Yugoslavia, Albania y Grecia adheridas a Italia, que a su vez se uniría al Magreb. El resultado es un golfo gigantesco abierto por tan abrupta ruptura, el antaño Mar de Tetis.

Huelga decir que Pangea, de sostenerse en el tiempo, habría reconfigurado para siempre el mapa político de la Tierra y las relaciones que los diferentes humanos habrían entablado entre sí. El mapa sólo es un bonito ejercicio imaginativo en base a las fronteras actuales, tan recientes y arbitrarias. La mera idea de Pangea es más antigua que muchos de los países citados, apareciendo por primera vez de la mano de Alfred Wegener en 1926 y basado en sus trabajos previos.

Se puede observar (y comprar) con algo más de detalle aquí. Y hay una versión interactiva y 3D aquí.

Pangea1
Pangea2
Pangea3
Pangea4

Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2018.

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